jueves, 22 de julio de 2010

Mi visión personal de "La Última Cima"


Hasta ahora había colgado en el blog críticas hechas por otros o los trailers de la película española "La Última Cima". Pero este domingo, por fin, encontré la ocasión propicia para escaparme al cine (no hay nada como la gran pantalla para disfrutar de una película) y ver el film que, milagrosamente, se mantiene en cartelera con dos sesiones.

Así que, antes de que se me olvide, con el recuerdo aún fresco, os daré mis impresiones personales. Desde el punto de vista técnico se nota que es una película de factura humilde, lo cual no quiere decir que no esté bien realizada, sólo que no tiene la calidad a la que estamos acostumbrados en otros films. Aunque al ser un documental, no propiamente una pelicula, se le debe exigir menos recursos desde este punto de vista. Algo que si se echa en falta es tener más imágenes filmadas de Pablo, sólo usan las de una conferencia teológica, que van repartiendo a lo largo del documental, muchas veces, hay que reconocerlo, con verdadero ingenio y chispa.

Las fotografias son tomadas del album familiar, otras de sus excursiones por la montaña o de actos oficiales como su encuentro con el Cardenal de Madrid y con el mismo Papa. Los audios en el que se le escucha hablar son de sus últimos ejercicios espirituales, que dio a una comunidad de monjas poco antes de morir. Nadie sabía que podían llegar a ser usados de este modo, por lo que se entiende que la calidad de sonido deje mucho que desear. Personalmente hubo varios momentos en que no lograba entender lo que decía.

El modo de presentación del documental es muy ágil, muy "pop", con imágenes rebobinadas, saltos, etc. No aburre y la fotografía de exteriores es muy buena.

Eso por lo que respecta a la "cazuela".

En lo referente al guiso que se presenta dentro, la película es de una valentía extraordinaria. Hacer algo así hablando de un cura, y hablando bien, como dice teatralmente su director al comienzo, tiene un mérito impresionante. Y que, encima, funcione en taquilla es ya tremendo.

Os confieso que hubo momentos que me emocionaron; alguno, los menos, me cansaron un poco (me parecio que había testimonios un tanto redundantes sobre lo mismo). Me temía que la película iba a ser más bien "hagiográfica", en el sentido más "ñoño" del término, y, aunque hubo algún momento así, como al hablar de su infancia, escapa de eso cuanto puede y presenta a un sacerdote muy humano, que pide a sus amigos más cercanos, con mucha gracia, que no le permitan volverse "clericalón".

Así que, partiendo de la vida de Pablo, encomiable y testimonial, no cabe duda, termina siendo un verdadero canto a la belleza del sacerdocio y de toda la vida cristiana.

Os la recomiendo, ojalá surjan más películas así para contrarrestar el gusto por la fealdad y la sombra que domina buena parte de nuestra cultura.



Rubén García Peláez

domingo, 18 de julio de 2010

Comentario al Evangelio Domingo XVI TO


Mientras el grupo de discípulos sigue su camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.
María, seguramente la hermana más joven, lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor». Su única preocupación es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza.

La reacción de Marta es diferente. Desde que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».

Jesús no pierde la paz. Responde a Marta con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán».

Jesús no critica el servicio de Marta. ¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.

Jesús no contrapone la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.

Apremiados por la disminución de fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.

José Antonio Pagola

18 de julio de 2010

16 Tiempo ordinario (C)

Lucas 10, 38-42

Entrevista: El futuro del celibato sacerdotal

El padre Laurent Touze, profesor francés de Teología espiritual en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma, ha publicado en este Año Sacerdotal el libro L'avenir du célibat sacerdotal (El futuro del celibato sacerdotal, n.d.t.) (Parole et Silence/ Lethielleux).
En la siguiente entrevista, finalizando ya el Año Sacerdotal, el padre Touze explica en qué consiste este “futuro” y se refiere a la “teología eucarística del celibato”.

- Padre Touze, ¿por qué este título?

Laurent Touze: ¡Para jugar al profeta de poca monta! Muchos anuncian al menos desde hace décadas que el “próximo papa” hará opcional el celibato, y que el actual (Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI) no lo hace porque es demasiado conservador, o presionado por la curia, según dicta la mitología.

Yo creo que la Iglesia descubre cada vez más el vínculo que une el celibato al sacramento del orden, y que el futuro es más de celibato, mejor vivido, de manera más santa.

- Usted habla de “vínculo” entre el celibato y el sacramento del orden: ¿a qué se refiere?

- Laurent Touze: Pienso en textos como la encíclica Sacerdotalis caelibatus de Pablo VI, o en las exhortaciones apostólicas Pastores dabo vobis del venerable Juan Pablo II y Sacramentum caritatis de Benedicto XVI.

Los papas destacan no sólo el vínculo celibato-ministerio, sino que también precisan su naturaleza, afirmando un motivo central para el celibato eclesiástico: el motivo nupcial o eucarístico, es decir, el reflejo sobre la condición sacerdotal de la oblación de Cristo por la Iglesia.

Siervo de Cristo esposo, muerto en la cruz-altar de sus bodas con la Iglesia, el sacerdote, específicamente identificado con el Salvador, está llamado a reproducir el sacrificio, también por su celibato.

El contexto todavía más claramente eucarístico de Sacramentum caritatis ofrece, en mi opinión, la clave de este motivo.

Esta teología eucarística del celibato pone al sacerdote frente al oficio principal de su vocación, la Misa, y le reitera cómo las palabras de la consagración deben modelar su propia oblación para la salud del mundo.

El ministro aprende a asociarse interiormente y exteriormente a Jesucristo a quien hace realmente presente, a convertirse públicamente también él en sacerdote y víctima, a vivir como ministro lo que Benedicto XVI llama la “lógica eucarística de la existencia cristiana”.

- Sin embargo, en la Iglesia católica hombres casados son ordenados sacerdotes...

Laurent Touze: Sí, es verdad, en las Iglesias católicas orientales -no siempre- una parte de los sacerdotes están casados, y también en las Iglesias orientales separadas de Roma.

En la Iglesia latina, que reúne la mayoría de los católicos y en la que los sacerdotes son célibes, también hay excepciones, entre ellas algunos ministros reformados que entran a la plena comunión con la Iglesia.

Pero también hay que destacar que en las comunidades cristianas que son en el estricto sentido de la palabra “Iglesias” (porque han conservado con validez el orden y la Eucaristía), el obispo, que ha recibido la plenitud del sacramento del orden, siempre es célibe.

- Se oye decir que ampliar el sacerdocio a los hombres casados permitiría superar la crisis de vocaciones.

Laurent Touze: La “crisis de vocaciones” no se da en todas partes, afecta sobre todo a los países occidentales, en pleno invierno demográfico, y a las comunidades a menudo mal informadas sobre lo que es el ministerio, y quizás más en general sobre lo que es la fe de la Iglesia y la santidad en Jesucristo.

En las familias más numerosas, que vibran con una fe verdadera y viva, florecen vocaciones a todos los estados de vida.

Además, la crisis de vocaciones existe también entre los protestantes, cuyos ministros pueden estar casados.

Y ordenando a hombres casados se correría también el riesgo de olvidar la vocación universal a la santidad, el corazón del magisterio del Vaticano II: la primera misión de los laicos, hombres y mujeres, casados o célibes, es la santificación de las estructuras temporales, y no la sustitución de los clérigos.

- También se ha oído decir, estos últimos meses, que el celibato sacerdotal sería motivo de los casos de pedofilia: ¿cuál es la causa?

Laurent Touze: Frente a los escándalos a los que se refiere, las primeras tareas de la comunidad eclesial son en primer lugar el acompañamiento de las víctimas, pero también la prevención, hacer todo lo posible para que estos casos no vuelvan a reproducirse.

Y así, estar atentos a la selección de los candidatos al sacerdocio, enseñándoles a vivir la sinceridad en la dirección espiritual.

Un hombre joven que tiene una afectividad problemática puede llegar a ser santo, debe aprender a vivir la continencia, a recibir quizás un acompañamiento médico. Pero no podrá convertirse en sacerdote.

- El celibato sacerdotal -continúo haciendo de abogado del diablo- sería una invención de la Edad Media, más aún, “medieval”,...

Laurent Touze: ¡Se dice y se repite “medieval”! Se ignora demasiado a menudo la renovación reciente de la historiografía del celibato sacerdotal, y pienso en Alfonso Maria Stickler, Christian Cochini y, más reciente y largamente, en Stefan Heid.

Estos autores han demostrado que los obispos y los sacerdotes del siglo IV eran o célibes o continentes desde su ordenación, si estaban casados, es decir, que renunciaban al acto conyugal.

Esto me parece un primer hecho señalado por esta escuela historiográfica, que afirma también, y me ha convencido de ello, que esta disciplina ya se vivía en los siglos precedentes.

Los cánones del siglo IV sólo pusieron por escrito lo que se había vivido anteriormente como una costumbre, dándole fuerza de ley.

La tercera experiencia de este nuevo enfoque: el concilio oriental in Trullo de 691 habría abandonado la tradición original, permitiendo a los sacerdotes -no a los obispos- hacer uso de su matrimonio.

La novedad oriental, que fue aceptada por la Iglesia universal sólo en el siglo XVI, es, por tanto, el abandono de la continencia para los sacerdotes casados.

- Usted propone releer el sacerdocio “desde arriba” a partir de la figura del obispo que tiene la “plenitud del sacerdocio”. ¿El sacerdote no es “plenamente sacerdotal”?

Laurent Touze: El único sacerdote de la nueva Alianza es Jesucristo. Todos los fieles participan de su sacerdocio por su bautismo y deben aprender a hacerse sacerdotes de su vida cotidiana, ofreciendo esto a Dios como un acto de culto.

Los sacerdotes y los obispos reciben por su ordenación un don específico, que les permite distribuir en la Iglesia los dones de Cristo cabeza de su cuerpo, por los sacramentos, la predicación y el gobierno.

Y el obispo, como precisó el Vaticano II, tiene la plenitud del sacramento del orden. Hay, pues, una distinción sacramental entre el sacerdote y el obispo, pero al mismo tiempo una fuerte relación mutua.

El concilio construyó la teología del sacerdocio a partir del episcopado, y hoy se comprende cada vez más al sacerdote a la luz del obispo.

Creo que existe un paralelismo de significados entre los grados del orden (obispo, sacerdote -no trato aquí de los diáconos) y los grados de la continencia-celibato requeridos por el ministro (sin excepción para el obispo, con algunas excepciones para el sacerdote).

A la plenitud del orden corresponde la visibilidad máxima de la oblación eucarística de sí, en un celibato-continencia sin mitigaciones.

Pero si el obispo debe ser célibe-continente, cuanto más se defina como hoy al sacerdote en función del obispo, más deberá pedirse en esa medida a todos los ministros que se sometan a la misma disciplina, a causa de la lógica del sacramento recibido.

- Usted vislumbra para el celibato sacerdotal un futuro de santidad y de libertad. ¿Podía imaginar la “purificación” que vive la Iglesia desde hace unos meses cuando escribió su libro? ¿Repite lo mismo ahora, a pesar de la actualidad “dolorosa”?

Laurent Touze: ¡Todavía más! Una teología del celibato que destaca la dimensión sacramental apela en efecto a la santidad.

Sólo el número 24 -sobre el celibato- de la exhortación apostólica Sacramentum caritatis multiplica también las invitaciones a que el sacerdote se abra a la “consagración”, a la “ofrenda exclusiva de sí mismo”, a “la misión vivida hasta el sacrificio de la cruz”, al “don de sí total y exclusivo a Cristo, a la Iglesia y al Reino de Dios”.

Si la teología disponible actualmente, también por el magisterio, es recibida de manera auténtica, y aplicada en la Iglesia, el futuro del celibato deberá ser un futuro de libertad, de don, de santidad sacerdotal.

- En otras palabras, para usted no hay alternativa: la respuesta a la “crisis” es la santidad.

Laurent Touze: Siempre me han impresionado unas palabras de san Josemaría Escrivá: “Un secreto, un secreto para gritar a los cuatro vientos: estas crisis mundiales son crisis de santos”.

Cuando se ven y se palpan las crisis en la Iglesia y en el mundo, la única respuesta de fondo es la conversión, la santidad.

Y hay una única santidad porque sólo hay un santo, Dios, al que aclamamos cantando: “Santo, Santo, Santo es el Señor”.

Él se ha hecho visible en el mundo en Jesucristo, y llegar a ser santo, tratar de serlo, es reproducir la vida del Salvador en nuestras circunstancias, imitar su don de sí mismo por amor.


Las Vocaciones en el mundo en cifras

La Librería Editora Vaticana acaba de publicar una nueva edición del Anuario Estadístico de la Iglesia, en el que se recogen datos sobre los principales aspectos relativos a la acción de la Iglesia católica en los diferentes países en el período 2000-2008.

A lo largo de estos nueve años, la presencia de católicos en el mundo ha pasado de 1045 millones en 2000 a 1.166 millones en 2008, con una variación relativa del +11,54%. Sin embargo, leyendo los datos de forma diferenciada se observa que en África se registra un incremento del 33%, mientras en Europa la situación se mantiene sustancialmente estable (+ 1,17%); en Asia el incremento es de +15,61%, en Oceanía +11,39) y en América + 10,93. No obstante, los católicos europeos han pasado del 26,81% del 2000 al 24,31%, de 2008. En América y Oceanía se mantienen estables y en Asia aumentan ligeramente.

Por lo que respecta al número de obispos en el mundo, se ha pasado de 4.541 en 2000 a 5.002 en 2008, con un aumento del 10,15%.

La población sacerdotal, tanto diocesana como religiosa, muestra un ligero crecimiento a lo largo de estos nueve años (con un aumento del 0,98% a nivel mundial), pasando de 405.178 en 2000 a 409.166 en 2008. Si en África y Asia aumentan (respectivamente un 33,1% y un 23,8,%), América se mantiene estable, mientras Europa y Oceanía disminuyen un 7% y un 4%.

Los sacerdotes diocesanos aumentan un 3,10%, pasando de 265.781 en 2000 a 274.007 en 2008. Por contraste, los sacerdotes religiosos se hallan en constante disminución (-3,04%), llegando a ser 135.159 en 2008. Los sacerdotes disminuyen claramente solo en Europa: si en 2000 representaban más del 51% del total mundial, en 2008 decrecen al 47%. Sin embargo, si en Asia y África juntas suponían en 2000 el 17,5% del total, en 2008 el porcentaje era del 21,9%. América ha aumentado ligeramente su porcentaje que ronda el 30%.

En cuanto a los religiosos no sacerdotes, si en 2000 eran 55.057, en 2008 han bajado a 54.641. Comparando los datos por continentes, en Europa se percibe una neta disminución (-16,57%) y en Oceanía (-22,06%), manteniéndose establemente en América y aumentando en Asia (+32,00%) y en África (+10,47%).

Las religiosas son casi el doble que los sacerdotes y 14 veces los religiosos, pero actualmente están disminuyendo. Han pasado de 800.000 en 2000 a 740.000 en 2008. En cuanto a su distribución geográfica, el 41% reside en Europa mientras en América vive el 27, 47% , en Asia el 21,77% y en Oceanía el 1,28% . En términos generales, las religiosas han aumentado en los continentes más dinámicos, África (+21 %) y Asia (+16%).

El Anuario Estadístico de la Iglesia también recoge la evolución del número de estudiantes de filosofía y de teología en los seminarios diocesanos y religiosos. A nivel global han aumentado, pasando de 110.583 en 2000 a más de 117.024 en 2008. Mientras en África y en Asia los candidatos al sacerdocio aumentan, en Europa disminuyen.
OP/ VIS 20100427 (520)