miércoles, 22 de marzo de 2017

Un paseo por la vida Monástica: El trabajo

La vida monástica es una vida de trabajo, porque es y debe ser vida de pobre. De unos hombres que por motivos sobrenaturales abrazan la pobreza. Que la hacen elemento esencial de su vida. Que tienen que trabajar para ganarse su vida y la de los suyos.
No nos hacemos pobres por moda o estética. Ni por humanitarismo. Ni aún siquiera por caridad hacia los pobres. Nos hacemos pobres porque no queremos que las riquezas, los bienes materiales, las cosas, se interpongan en nuestra marcha hacia Dios. No queremos que nuestro afecto las convierta en ídolos. Y consecuencia de esta pobreza es la necesidad de trabajar.
El trabajo monástico es el factor que más contribuye al equilibrio de la vida benedictina.

domingo, 19 de marzo de 2017

Un paseo por la vida Monastica: El silencio y la oración

El silencio viene a ser el clima espiritual del monasterio.
No es sólo una necesidad de la convivencia.
No es sólo una exigencia de la paz del claustro.
Su verdadera función entra ya en la vida de oración.
Un silencio que es necesario para oír a Dios.
Silencio de recogimiento.
Silencio exterior.
Pero sobre todo silencio interior.

Para el monje, la oración será a lo largo de su vida el ejercicio de su busca y de su encuentro con Dios.
Oración, a ser posible, sin palabras. Un estar humilde ante Dios. Rendido a su voluntad. Buscando en la oración su voluntad. Pediéndole a Dios que se haga su voluntad. Su voluntad en mí. Su voluntad en los demás, en el mundo entero. El hombre, el monje, se encuentra a si mismo en la presencia de Dios. Descubre su propia intimidad.
Se realiza. Se ve en su más completa realidad. En esta escala está el progreso de mi vida espiritual. Nada vale si no se traduce en mi diaria conversación con Dios. Rendido a su voluntad. Buscando en la oración su voluntad. Pediéndole a Dios que se haga su voluntad. Su voluntad en mi. Su voluntad en los demás, en el mundo entero. El hombre, el monje, se encuentra a sí mismo en la presencia de Dios. Descubre su propia intimidad.

jueves, 16 de marzo de 2017

Un paseo por la vida monastica: La comunidad

San Benito en el Prólogo de su Regla llama al Monasterio la escuela del servicio del Señor.
 Establece el monasterio sobre un plan familiar. Con los vínculos que no son fríamente sociológicos. Ni tan sólo espiritualmente religiosos. Con una entrañada relación familiar. Con su buen margen afectivo. Por eso es una institución muy humana.
Lo que en definitiva se practica y ejercita en el monasterio es la caridad del amor de Dios.
Aquí es donde las almas de los monjes crecen en la caridad.

Un monasterio supone una vida en comunidad.
La vida en común es una invitación permanente a no pensar en sí mismo. Una invitación permanente a la caridad. A pensar en los demás con caridad. Y a sufrir con paciencia las adversidades y las flaquezas de los prójimos.
Y junto a la caridad la disciplina. Contra el protagonismo y la originalidad. Por un lado la obediencia. Por el otro el fiel cumplimiento de la Regla. Que es algo exterior, objetivo. La norma concreta de nuestra vida religiosa.
En la vida en común de los cenobitas se cumplen los tres votos que emite el monje en su profesión monástica.
Estabilidad: Permanencia y perseverancia en un monasterio.
Conversión de costumbres: Que la entrega a Dios sea real y no una pura fantasía.
Obediencia según la Regla: Sometiéndose a la autoridad de un abad.

lunes, 13 de marzo de 2017

Un paseo por la vida monástica: El monje, la monja.

Es una persona que se agarra a Cristo como a la auténtica realidad de su vida.

Por tres veces lo dice san Benito:
“Nada anteponer al amor de Cristo” (Reg. cap. IV)
“Los que nada estiman tanto como Cristo” (cap. V)
“Nada absolutamente prefiera a Cristo” (cap. LXXII)

La vida de todos los cristianos debe afirmarse en Cristo Jesús. Es cristiano quien vive en Cristo. Quien ha llegado a convencerse de que Cristo es su vida.

Pero ese apoyo debe ser aún más necesario, diríamos que más exigente y total, más exclusivo, para un alma contemplativa.

Su relación se hace muy personal, muy directa, íntima.

Cristo está ante él en todos los actos, en todos los momentos de su vida.

Y en el cumplimiento total de su santa voluntad.

El monje, la monja sigue a Cristo en su obediencia "a una regla y un abad" pues "El abad hace las veces de Cristo en el Monasterio" (Reg. cap II)

Cuando Dios llama a un ideal tan elevado, lo hace con una enorme delicadeza.

Un comienzo de alusiones e insinuaciones que concluye en el permanente fluir de una voz casi imperceptible y no obstante sutil y penetrante.

Cuando Dios llama a la vida monástica, cuando invita al hombre a iniciar con El ese gran diálogo que es una vida entera de oración, suele extremar al máximo el respeto que siempre tiene a nuestra libertad.

Pero siempre es Dios quien facilita nuestra respuesta. La vocación del monje suele ir acompañada de ciertas disposiciones a la vida contemplativa. Sin las cuales la vida monástica es tan sólo una invitación al despiste y a la pereza.

Fundamentalmente son dos:
Ha de ser hombre de fe. Lo que quiere decir que sepa gustar del gozo de la fe.
Y ser un hombre de oración. Que contra las tentaciones del activismo y de la agitación, sienta el alto valor religioso de la pura oración de alabanza.

viernes, 10 de marzo de 2017

¿Cómo llegaré a la intimidad de Dios?

“¡Si conocieses el don de Dios!” (Jn 4,10).

Esta es toda la vida espiritual del cristiano. Esta es la obra de la gracia en su alma.

Y la escuela de la contemplación es la escuela de la intimidad de Dios. Y la escuela de la intimidad de Dios es la escuela de la santidad.

¿Cómo llegaré a la intimidad de Dios?

Ante todo, escuchándole. Sin ahogar su voz con mi propia palabrería. Hundiéndome en el silencio para oír su voz.

Dios con su presencia me descubre a mí esa realidad mía que yo no conozco. Mi verdad. El enorme vacío de mi alma desnuda en la presencia de Dios.

Y entonces esta verdad mía, mi realidad auténtica, es la que se vuelve hacia Dios en un acto supremo de acatamiento y de adoración.

Algo que es sublime. Cierto, pero también muy posible.

martes, 7 de marzo de 2017

Un paseo por la vida monástica

Un monasterio es, fundamentalmente, una escuela de vida contemplativa.

Para el monje es vida contemplativa aquélla en la que se da prioridad y preferencia al ejercicio de la oración.

La oración, porque es el modo más adecuado de llegar al conocimiento y a la unión con Dios.

Un conocimiento en fe y por obra del amor, con todo el fervor de una vivísima esperanza.

El ideal monástico está, pues, en la búsqueda de Dios y de solo Dios. Directamente.

A Dios en sí mismo y por Cristo Jesús, que es el mediador entre Dios y los hombres.

Un ideal puro de vida cristiana.

Esto se llama vivir hondamente el propio bautismo.

miércoles, 1 de marzo de 2017

4 carisma que levantaron Europa...y siguen vivos

1. Orden de San Benito

Los benedictinos recibieron su nombre en honor a San Benito, su fundador, nacido en Nursia en 480. Su regla proponía una vida centrada en tres virtudes principales: taciturnidad, humildad y obediencia. La orden se caracterizaba por una estricta observancia del Oficio Divino, con una división del día en siete momentos para la alabanza a Dios. Además, alternaba el tiempo entre trabajo manual -y de allí la célebre frase «ora et labora»- y la Lectio Divina o meditación de las Sagradas Escrituras; y fue conocida -y aún lo es- por la hospitalidad con que reciben a los huéspedes.

2. Orden de los Cartujos

La cualidad especial de esta regla establecida por San Bruno en 1084 fue la forma en que sintetizó el anhelo de una vida eremítica y la estabilidad monástica. El monje cartujo es un contemplativo que vive en soledad, ora, lee, reflexiona, copia manuscritos y se entrega a tareas manuales. Su vida espiritual se sostiene en la ruptura con la sociedad y la renuncia del mundo, buscando el silencio, la introspección y la oración.


3. Orden de los frailes predicadores

Se los conoce popularmente como dominicos por su fundador, Santo Domingo de Guzmán quien estableció la regla en 1215. La originalidad de la orden fue la mezcla de oración y predicación, de acción y contemplación. Dentro  del convento, el dominico enseña, medita y perfecciona sus conocimientos mediante una importante formación intelectual; en el exterior, predica en la ciudad y sigue los cursos en la universidad.
 El camino espiritual propuesto por Santo Domingo se basa el despojo de bienes materiales; el régimen cenobítico, que estipulaba la asistencia mutua y la oración comunitaria; y la acción y el servicio a través de la predicación, la dirección espiritual y la enseñanza.

4. Orden de los frailes menores

La orden fundada por San Francisco de Asís y aprobada por la Iglesia en 1209 es la más conocida del Medioevo. Sus miembros se dividen entre laicos y clérigos y tiene infinidad de ramas. La actividad cotidiana gira en torno al Convento y el exterior. En el interior se recita el Oficio Divino. En el exterior se desarrolla la acción predicadora y caritativa, predominantemente en la atención de los enfermos.

La espiritualidad franciscana se basa en la humildad, es decir, en la voluntad de someterse a las autoridades establecidas, sin pretender jugar un papel deliberado, sin aportar ni lucha ni discordia. La pobreza es el núcleo de la práctica de San Francisco, y pretende dominar la realidad humana y participar por entero en el amor divino. El resultado es la mística del amor y la alegría que brotan de la pobreza y la renuncia, y del gozo de contemplar la belleza de la creación como expresión de la belleza de Dios.