miércoles, 28 de enero de 2009

Un obispo habla de la vida contemplativa.

Barcelona/ESPAÑA- La película El gran silencio ha causado honda impresión en muchas personas. Es la vida de los contemplativos y las contemplativas. Todos ellos viven entre nosotros. Pero los vemos muy poco a causa de su estado de vida. Han optado por el silencio y la plegaria en su entrega a Dios. La vida de los contemplativos suscita curiosidad en muchas personas, que se preguntan quiénes son, cómo viven, por qué han hecho esta opción. Un novelista cristiano de primera línea, Julien Green, se hacía esta pregunta: "¿Cuántas personas hay entre nosotros que hayan experimentado el sentimiento de la presencia de Dios?" Al hombre de hoy apenas le queda tiempo para saborear el gusto sabrosísimo de la plegaria y la presencia de Dios en su vida. Sin embargo, hay hombres y mujeres que se sienten llamados a dedicar toda su vida a la oración, al trabajo y a la comunidad dentro de un monasterio contemplativo. Son muchachos y muchachas que han tomado esta decisión para toda la vida y son muy felices. Los chicos y las chicas que Dios llama a la vocación contemplativa son personas que aman la vida, son personas solidarias con sus hermanos y están comprometidas en la transformación del mundo. La vida contemplativa en un monasterio no es en modo alguno una evasión del mundo, no es desentenderse de la sociedad, porque la vida contemplativa es una expresión del amor a Dios y no se puede amar auténticamente a Dios sin amar a la humanidad. La vida contemplativa comporta la plena realización de las personas porque Dios llena maravillosamente todos nuestros anhelos. Conocí a una muchacha en cuyo corazón Dios iba trabajando, y me decía que observaba un cambio en su vida, ya que comenzaba a gustarle lo que antes le desagradaba y perdía el gusto por muchas cosas que antes la satisfacían. Entró en un monasterio de vida contemplativa y pasados unos años me escribió comunicándome que iba a realizar su profesión y que era "felicísima". En los monasterios hay silencio. Esto es difícil encontrarlo en el mundo. Vivimos hoy en una cultura del ruido. El silencio es un don de Dios. En el monasterio el silencio se suele convertir en plegaria, es decir, en diálogo con Dios. Dios es amigo del silencio. Tenemos necesidad de hacer silencio en nuestras vidas para abrirnos a la presencia amorosa y penetrante de Dios. Actualmente hay cristianos que buscan este silencio y este clima de oración, pasando horas o días en las hospederías de nuestros monasterios. ¿Habéis visitado alguna vez una comunidad contemplativa? Es una buena experiencia, nos interpela y suscita en nosotros muchas preguntas. Como éstas, por ejemplo: ¿Qué valor damos a Dios en nuestra vida? ¿Qué relación creemos que existe entre Dios y la creación, entre Dios y la vida? ¿Qué lugar ocupa la oración y el silencio en nuestra vida personal y familiar? La respuesta a estas preguntas incide en la valoración eclesial que hacemos de las vocaciones contemplativas y de nuestros monasterios, que son ciertamente signos de la presencia de Dios en medio el mundo. Los contemplativos y las contemplativas son muy útiles para la Iglesia y para la humanidad. Aunque parezca una paradoja, desde su monasterio están más cerca de las necesidades eclesiales y de las inquietudes, tristezas y sufrimientos de los hombres, sus hermanos. No son ni indiferentes ni egoístas, porque su amor participa de la universalidad del amor de Jesucristo. Viven con los ojos puestos en él y con el corazón abierto a las necesidades de los hermanos, un corazón que, convertido en oración, hace que ésta sea más apostólica y convierta su vida en redención. Estos hermanos nuestros, hijos e hijas de las familias de nuestros pueblos y ciudades, nos hacen un gran regalo: nos ayudan a valorar más el silencio y la plegaria en medio de una cultura del ruido. La madre Teresa de Calcuta, mujer muy activa pero también muy contemplativa, decía que "tenemos necesidad de encontrar a Dios y no podemos encontrarlo en el ruido y en la inquietud. Dios es amigo del silencio". Muchas gracias, contemplativos y contemplativas.
+Mons.Lluís Martínez Sistach Arzobispo metropolitano de Barcelona

"Me sedujiste Señor" (un testimonio de vocación contemplativa)

Soy una monja contemplativa redentorista y quisiera compartir con vosotros/as la experiencia de mi vocación religiosa. Al recorrer mi historia personal siempre me sorprende la fuerza de la llamada del Señor, su fidelidad en mi vida y la maravilla de su elección.
Cuando era adolescente dejé de creer, tenía muchas preguntas que no encontraban respuesta, la Eucaristía de los domingos ya no me decía nada… Entonces, Dios salió a mi encuentro con la oportunidad de participar en unos Ejercicios Espirituales a los que me apunté yo creo que por faltar a clase. Aquellos días intensos fueron para mí decisivos. A partir de ellos se inició una nueva etapa de amistad con Jesús y con la cercanía de María: ¡Dios sí existía y yo me lo había encontrado!
Comencé a formar parte de un grupo cristiano (la Congregación mariana de Mª Inmaculada) y con la ayuda y testimonio de otros creyentes mi experiencia de Dios fue creciendo y la llamadade Jesús prendió en mi vida.
Estudié la carrera de Magisterio, estuve trabajando como profesora durante tres años en un Centro. Sin embargo, sentía una sed profunda a la que no sabía poner nombre. Me sentía atraída por el Señor, deseaba estar con Él. Así comencé un proceso de búsqueda y acompañamiento vocacional.
La verdad es que nunca pensé ser contemplativa, siempre decía que lo único que tenía claro es que lo mío no era ser monja de clausura. Esto lo decía porque yo pensaba que el Señor sólo concedía la vocación contemplativa a personas muy espirituales, y yo me sentía una joven del montón. Además, las comunidades de vida contemplativa que yo conocía tenían rejas, hacían penitencias especiales, y a mí todo eso me “encogía” y me asustaba. Por otra parte, me parecía que había tantas cosas que hacer para cambiar la sociedad que entrar en un monasterio me resultaba una opción muy cómoda. Todavía no había descubierto la fecundidad de la vocación contemplativa, ni la gran fuerza renovadora de su testimonio…
Un día, de repente, me vino la idea de que tal vez podía ir a conocer más de cerca a la comunidad redentorista de Carabanchel.Fui a conversar con la priora del monasterio y ella me abrió unos horizontes desconocidos para mí. Me explicó su forma renovada de vivir la vocación contemplativa y me invitó a hacer una experiencia dentro del monasterio. Yo acepté y estuve allí durante una semana, en la cual pude comprobar la profunda experiencia de Dios de las hermanas, su sencillez y la alegría que irradiaban. Al mismo tiempo, me di cuenta de que yo era capaz de seguir ese estilo de vida sin dificultad y pensé que tal vez el Señor me esperaba allí.
Ya llevo quince años en el monasterio, en el año 2000 pude realizar con gozo mi Profesión solemne. Ahora el Señor llena toda mi vida, Él ha colmado la sed que yo sentía y desborda en mí el derroche de su gracia y de su amor. Cada día puedo alabarle en nombre de todos mis hermanos e interceder por cada uno de ellos. El Padre ha querido que mi vida sea unamemoria viva de Jesús, y que pueda compartir mi experiencia de Dios con las personas que se acercan al monasterio con el deseo de descubrir aún más su presencia.
Si volviera a nacer repetiría la opción que he tomado, le entregaría lo mejor de mi vida, seguiría compartiendo la vida con mis hermanas de comunidad y continuaría ofreciendo mi existencia por la humanidad.
P.A

domingo, 25 de enero de 2009

El Joven Rico: vocación frustrada por un "no"...

"Cuando Jesús se ponía en camino, alguien corrió, se arrodilló delante de El y le dijo: - "Maestro bueno: ¿qué debo hacer para ganar la vida eterna?". Jesús respondió - "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios. Ya conoces los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre". El le contestó: - "Maestro, todo esto lo he cumplido desde mi juventud". Jesús fijando su mirada en él, lo amó, y le dijo: "Una sola cosa te falta: Anda, vende cuanto tienes, dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; ven después y sígueme". Pero al oír estas palabras se fue triste; tenía muchos bienes". (San Marcos X: 17 a 22).

UN ARRANQUE DE ENTUSIASMO.
San Marcos no nos dice nada sobre la edad de esta persona rica; San Mateo (XIX-20) precisa que se trata de un joven. El entusiasmo que manifiesta parece confirmarlo ¿Acaso no hace falta ser joven de cuerpo y de alma para precipitarse hacia Jesús? En efecto el joven corrió y se prosternó ante el Maestro. Lo que provocó su fervor fue la bondad de Cristo de que fue testigo, pues lo llama de inmediato: "Maestro bueno".
Jesús ciertamente merece este entusiasmo. El amor que derrama a su alrededor es digno de conquistarle los corazones. El rasgo distintivo del Maestro es su bondad. Por esto se puede uno abandonar a El sin reserva, le puede entregar su vida con toda la confianza.
El entusiasmo por la persona amante de Cristo favorece la floración de una vocación.

EL DESEO DE LA VIDA ETERNA.
¿Qué debo hacer para ganar la vida eterno? El fin que se propone este joven es muy alto: comprendió que no debía vivir sencillamente por el placer o por los goces terrenales, tan pasajeros, sino por la verdadera vida que es la que dura siempre, la vida eterna. Se muestra dispuesto a todo para alcanzar este fin. Diríase que está pronto para aceptar todo lo que Cristo le va a decir. Por su pregunta pone en manos del Maestro la orientación de todo su porvenir.
La disposición ideal para recibir la vocación es por un lado el deseo de una vida más alta que la vida terrenal, y por otro la voluntad de tomar todos los medios para alcanzarla.

BONDAD EXIGENTE.
Jesús responde con bastante viveza: - ¿"Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios". El Maestro resfría el entusiasmo del joven porque su punto de vista es inadecuado. Sin duda el joven esperaba que la bondad de Cristo fuera menos exigente y más accesible que la de Dios. Jesús lo desengaña afirmándole que su bondad es idéntica a la de Dios, con las mismas exigencias y en particular que nada se quita a los mandamientos de la antigua ley.
El error del joven no consiste en dejarse llevar del entusiasmo, son más bien en una falsa esperanza, en contar que por razón de su bondad, Cristo lo dirigiría a la vida eterna, sin exigirle mucho, sin pedirle renunciamientos ni sacrificios. Precisamente porque es bueno y amable Jesús exige mucho a los llamados.

LA MIRADA DE CARIÑO
Cuando el joven declaró haber cumplido los mandamientos, Cristo quiso señalarle un camino mas alto. Pero antes de hablarle le dirige una mirada de amor, mirada que llamo la atención de los testigos de esta escena. San Marcos lo dice claramente: "Jesús fijó su mirada sobre él y lo amó".
Esta mirada del amor de Cristo precede a la vocación. El Maestro mira al joven con una mirada penetrante que quisiera llegar hasta las profundidades del alma para decidirla a entregarse totalmente a El. Esta mirada está cargada de amor. En otros lugares del Santo Evangelio leemos que Jesús amaba a ciertas personas como Lázaro, Marta y María, o a Juan, "el discípulo que Jesús amaba". Aquí el Evangelista escribe: "Jesús lo amó". Es un amor que surgió en ese momento y que vieron pasar por los ojos del Maestro. Es pues, un amor muy especial, el que acompaña el llamamiento.

AMOR GRATUITO.
Al leer por primera vez el texto, se pudiera tener la impresión que el amor de Cristo fue atraído por el hecho de que el joven había cumplido los mandamientos desde chico. Si hubiera sido así, este sería un amor de agradecimiento y de aprobación, una recompensa por la fidelidad del joven.
Sin embargo, el amor de su mirada reviste otro significado, precede y lleva en sí una invitación a una vida mas alta. Este amor de su mirada no se refiere a su pasado sino a su porvenir. El amor de Jesús es un amor nuevo que llama a una vida nueva. Es un don gratuito, un favor hecho al joven. Nunca hubiera podido merecer este favor ni este amor. Se podría preparar y disponerse a recibir la gracia de la vocación por el fiel cumplimiento de los mandamientos, pero nunca podría merecer el llamado en sí mismo, que viene del libre amor del Señor.

MAS ALLA DE LOS MANDAMIENTOS.
"Una sola cosa te hace falta" le dice Cristo. Esta sola cosa tiene una importancia capital, aunque no sea un mandamiento. Según el Evangelio de San Mateo, Jesús dijo: "Si quieres ser perfecto"... Subraya que no se trata de un camino para practicar lo mínimo indispensable para la amistad con Dios, sino para conquistar la perfección. Este sentido estricto, este camino no es obligatorio: se propone a los que libremente quieren obligarse: "Si tú quieres..."
Después se llamó a este camino la vía de los consejos, para distinguirlo de la vía de los preceptos, por cuanto llama mas a la libertad personal y porque no es necesario para la salvación. El llamado a la vocación no se impone bajo pena de pecado. Viene de un amor especial de Cristo, que reclama una mayor espontaneidad de amor, una decisión mas libre, y quiere suscitar el deseo de una generosidad que vaya mas allá de lo prescrito.

LLAMADO A LA POBREZA.
" Vende cuanto tienes". Cristo pide el renunciamiento a los bienes de esta tierra, al dinero. Si el joven quiere ser perfecto debe liquidar su fortuna y darla a los pobres. En cambio, tendrá un tesoro invisible, un tesoro en el cielo. Así podrá como pobre, seguir a un Maestro pobre.
Tal es la exigencia de la vocación. El llamamiento pone frente a una opción, como al joven del Evangelio; permanecer apegados a los bienes de la tierra, o entregarse a Cristo renunciando a estos bienes.
El joven rico probablemente esperaba conciliar el disfrutar de su herencia y alcanzar la perfección. Cristo le impone a escoger, porque "nadie puede servir a dos señores".

UNA OPCION CLARA Y LIBRE.
Esta vez la elección de la vocación está claramente definida. El joven puede tomar una decisión con conocimiento de causa. Jesús no quiso aprovechar su entusiasmo pasajero para atraerlo a su lado. Al contrario, desea que lejos de seguirlo por un impulso emotivo, reflexione y pese el valor del sacrificio que le pide. Al enumerar los mandamientos le da tiempo de que recobre su sangre fría: después le ha manifestado las condiciones de una vida mas perfecta, sobre todo la pobreza, que era más difícil de aceptar para el joven.
El amor de la mirada de Cristo es realmente seductor, pero no quita la libertad a aquél a quien se dirige: por encantado que esté por este cariño , el joven responderá con entera independencia a la propuesta que se le hace.

EL RECHAZO.
"Pero él al oír estas palabras se fue triste". No puede no manifestar la decepción que tuvo al oír las palabras de Cristo: no era lo que esperaba. Poseyendo una gran fortuna, no quiere sacrificarla. Entre la riqueza y Jesús, escoge la riqueza. Rechaza la invitación de seguir al Maestro.
"Se fue triste". Se le vio dar la espalda a Jesús y se fue hacia sus bienes. La opción que hizo no lo hace feliz. Está triste porque Dios es la única fuente de felicidad: el que se aleja del Señor para gozar de los bienes de este mundo, solo cosecha la tristeza.
El joven rechazó la mas grande de las gracias que le era ofrecida. Permanece como ejemplo del "No" dicho a la vocación, "No" que se opone a la mirada de amor de Cristo.
Si no cometió pecado al decir "No", sin embargo, perdió por su cobardía, el don tan precioso que se le ofrecía, y perdió la oportunidad de una vida mucho más noble: la participación al gran sacrificio de Cristo por la salvación de los hombres.

jueves, 22 de enero de 2009

Cristo pasa junto a tu ribera...

En este día, Cristo pasa junto a la ribera de vuestra vida joven. Prestad atención a su llamado y seguidle decididamente, como lo hicieron un día aquellos discípulos a quienes el Maestro les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Cristo tiene necesidad de cada uno de' vosotros como la tuvo de Pedro, de Santiago y de Juan. Vosotros sois las manos, los pies, los ojos, la mente, el corazón de Jesucristo. Sois los canales y los medios por los que Él se va a comunicar a la humanidad. ¡Qué honor el que os hace Cristo! ¡Qué dulce y abrumador el peso que hoy coloca sobre vuestros hombros jóvenes! Es el peso imponderable de la redención, en la que se contiene la felicidad personal y eterna de cada hombre

jueves, 15 de enero de 2009

Señor, no nos envíes almas cobardes...


SEÑOR, NO NOS ENVÍES ALMAS COBARDES
Que un día dicen sí
Y a la vuelta del primer surco dejan el arado.
Envíanos trabajadores de una sola palabra.
Como tú los quieres Señor.

Almas nobles como Pedro, que amen de veras.
Almas limpias como Juan, que te acompañen siempre.
Almas ardientes como Pablo,
Que recorran el mundo anunciándote.

No entregues la semilla de tu palabra
A los cobardes ni a los temerosos.
Busca gente valiente que no tema la muerte,
Para que todo el mundo llegue a conocerte.
Necesitamos, Señor, corazones enteros,
Incapaces de dividirse entre el mundo y tu Iglesia.

Y Tú, que nos conoces a todos,
Elige a los que precises para tu Reino
Y a los que sean capaces de hacer crecer tu Iglesia.
Amén

jueves, 8 de enero de 2009

¿Donde estas Señor?


Dentro de la vocación, surgen muchas preguntas, dudas que de no manejarlas de manera adecuada podrían poner en peligro esa semilla de la vocación puesta en nuestros corazones.

Sabemos que es Dios quien siembra esa semilla, pero somos nosotros quienes debemos cuidarla hacerla crecer con la gracia que Dios nos da, somos libres de responder, de nosotros depende no dejar marchitar ese llamado especial.

En ciertos momentos Jesús quien nos llama, parece esconderse… como jóvenes enfrentamos tales situaciones que nos llena de temor y surge la pregunta: ¿será realmente mi vocación?

Es importante que contemos con un guía espiritual, pero a veces no es tan fácil encontrarlo y la impaciencia llega de tal forma que en ocasiones buscamos los consejos en otras personas a nuestras dudas o inquietudes, buscando en ellos la respuesta de lo que quiere Dios para nosotros.

Las respuestas o los consejos que puedan darnos (algunos con muy buena intención otros no), suelen confundirnos más… o desanimarnos en la búsqueda de ese camino de la cual tenemos la esperanza nos conduzca a la verdadera felicidad.

Ciertamente la vocación no es del todo clara, pues es un camino que emprenderemos hacia lo desconocido y no tan desconocido pues sabemos quien nos llama y sabemos cual es el final de ese camino.

A veces, entre el ruido, el trabajo, estudio, la rutina diaria, la búsqueda se torna más difícil y los consejos en ocasiones no son alentadores o no disipan las dudas, la más común: ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Donde me quiere el Señor?

En medio de todo conocemos lo que el mundo nos ofrece, ¿Qué es lo que Dios nos dice? ¿Como saber lo que desea de mi?... la respuesta esta dentro de ti, en el silencio, dentro de tu corazón, apaga las luces del mundo, permanece en el silencio en la escucha, la voz de Dios es tan dulce y tierna, que por nuestras preocupaciones y angustias de encontrar la respuesta no nos damos cuenta que Dios habla de manera suave y sutil en nuestro interior, es así como Dios nos enamora, como Dios nos habla y nos seduce con su voz, en el silencio.

Lo importante de la vocación es que estamos llamados al amor, vivir enamorados de quien nos amo primero y quien puso su mirada en nosotros. Debemos entonces vivir en intimidad con el amado, como verdaderos enamorados, con la mirada puesta en El, con la plena confianza que en sus manos no debemos temer, es El quien nos llama, frente a al llamado solo estas tu frente a Jesús con la mirada amorosa puesta en ti… y la invitación surge ahí “ven y Sígueme” por eso no dudemos en acercarnos a quien nos llama, El debe ser nuestro primer auxilio que debemos buscar siempre en momentos de dificultad.

Ten la certeza que no estas solo y que en el silencio de la oración encontraras la respuesta en tu corazón, el alma se comunica con su creador de una manera especial, dejémonos enamorar por Cristo.

Que Maria nuestra Madre ejemplo de vida en silencio, de la dulce espera y serena, nos conceda la gracia de ser pacientes y a recurrir a nuestro Señor en los días de prueba.

Si sientes que Dios no te responde no te angusties, Dios responde a todas nuestras oraciones, nosotros muchas veces pensamos en nuestra vida terrena, pero Dios nos prepara para la eternidad, los pensamientos de Dios son diferentes a los nuestros, la demora a su respuesta podría ser a que El quiera prepararte y ensañarte algo mas, antes de entrar a ese camino de consagración, El nos hará esperar lo necesario para alcanzar mejores resultados.

No te desanimes, ama y espera en el silencio pero ten valentía de lanzarte a ese camino nuevo, pues el final de este lo conocemos, manteniendo la mirada en Cristo no debemos temer.

¡Vivamos nuestra vocación con el entusiasmo con que se viven grandes ideales!

martes, 6 de enero de 2009

A vosotros presbíteros, consagrados y consagradas...

Siempre con la esperanza en el corazón nos dirigimos a vosotros, sacerdotes, y a vosotros, consagrados y consagradas, en la vida religiosa y en los institutos seculares. Quienes habéis oído una particular llamada para seguir al Señor en una vida totalmente dedicada a El, estáis, también, particularmente llamados, todos sin excepción alguna, a testimoniar la belleza del seguimiento.
Sabemos cuán difícil es hoy esta propuesta y cuán halagadora la tentación del desaliento cuando el trabajo parece inútil. « La pastoral vocacional constituye el ministerio más difícil y más delicado ».(3) Pero también querríamos recordar que no hay nada más a propósito que un testimonio apasionado de la propia vocación para hacerla atractiva. Nada es más lógico y coherente en una vocación que engendrar otras vocaciones, lo que os convierte, con todo derecho, en « padres » y « madres ». En particular, querríamos con este documento dirigirnos no sólo a quien tiene la tarea explícita de la promoción vocacional, sino también a quien no tiene un empeño directo en ella, o a quien cree no tener ninguna obligación al respecto.
Quisiéramos recordaros que sólo un testimonio coral hace eficaz la animación vocacional, y que la crisis vocacional va unida, ante todo, a la falta de responsabilidad de algún testimonio que hace débil el mensaje. En una Iglesia toda vocacional, todos son animadores vocacionales. Dichosos vosotros, si sabéis decir con vuestra vida que servir a Dios es hermoso y satisfactorio, y descubrir que en El, el Viviente, se esconde la identidad de cada viviente (cfr. Col 3,3).

A vosotros padres y educadores...

Llenos de la misma esperanza nos dirigimos a vosotros padres, llamados por Dios a colaborar con su voluntad de transmitir la vida, y a vosotros educadores, docentes, catequistas y animadores, llamados por Dios a colaborar de varias formas en su designio de educar para la vida. Querríamos deciros cuánto aprecia la Iglesia vuestra vocación, y cuánto se confía a ella para promover la vocación de vuestros hijos y alumnos y una verdadera y auténtica cultura vocacional.
Vosotros, padres, sois también los primeros y naturales educadores vocacionales, mientras que vosotros, educadores, no sois sólo instructores que orientan en las opciones existenciales: estáis llamados, también, a transmitir la vida a las jóvenes existencias que abrís al futuro. Vuestra fidelidad a la llamada de Dios es mediación preciosa e insustituible para que vuestros hijos y alumnos puedan descubrir su vocación personal, para que « tengan vida y la tengan en abundancia » (Jn 10,10).

A vosotros niños, adolescentes y jóvenes...

Afianzados en esta esperanza nos dirigimos, ante todo a vosotros, niños, adolescentes y jóvenes para que en la elección de vuestro futuro acojáis el proyecto que Dios tiene sobre vosotros: sólo seréis felices y plenamente realizados si os disponéis a realizar el plan del Creador sobre la criatura. ¡Cuánto desearíamos que este escrito fuese como una carta dirigida a cada uno de vosotros, en la que pudieseis sentir, con la ayuda de vuestros educadores, la solicitud de la madre-Iglesia para cada uno de sus hijos, esa solicitud tan particular que una madre tiene para sus hijos más pequeños. Una carta en la que podáis reconocer vuestros problemas, la preguntas que anidan en vuestro corazón joven y las respuestas que vienen de Aquél que es el amigo perennemente joven de vuestras almas, ¡el único que os puede decir la verdad! Sabedlo, queridos jóvenes, la Iglesia sigue ansiosa vuestros pasos y vuestras opciones. Y qué hermoso sería si esta carta suscitase en vosotros alguna respuesta, para un diálogo continuo con quien os guía...
Del documento "Nuevas vocaciones para una nueva Europa" 1997)

lunes, 5 de enero de 2009

¿TENDRÉ VOCACIÓN?

Cualquier joven responsable se plantea el futuro de su vida: piensa en una profesión, si va a fundar una familia, etc.

Un joven cristiano también se plantea la vida, pero preguntándose: ¿Qué espera Dios de mí? Sabe que Dios quiere la felicidad de cada persona y es capaz de dársela. Vocación significa "llamada": es lo que Dios está llamando a cada uno.

Por la fe estamos todos llamados a vivir la vocación cristiana: ser testigos del amor de Dios en nuestro ambiente, en el trabajo, la familia, etc. Pero hay tres formas de vivir la vocación cristiana:

La vocación de laicos: Los cristianos que ejercen una profesión, viven en medio de la sociedad, se casan normalmente, fundan una familia y en todo tratan de construir el mundo segùn los planes de Dios.

La vocación sacerdotal: Los cristianos que reciben el sacramento del Orden para hacer presente a Jesucristo mediante la predicación de la Palabra de Dios, la celebración de los Sacramentos y el cuidado pastoral de la comunidad (parroquia, grupos, etc.). Para ello se preparan en el Seminario durante seis años y ofrecen su vida en una dedicación total, renunciando a constituir una familia y optando por el celibato consagrado a fin de imitar a Jesucristo y servir más plenamente a todos.

La vocación de vida consagrada: Consagrar la vida al servicio de Dios y de los demás, mediante la ofrenda de los tres votos o consejos evangélicos, a imitación de Jesucristo: la pobreza, la obediencia viviendo en fraternidad y la virginidad consagrada. Esta consagración se puede vivir de dos maneras:

Institutos de vida religiosa: Viven en comunidad y son variados, porque cada uno actualiza y se fija en algún aspecto de la vida de Jesús: la oración (los monjes y monjas contemplativos), el servicio a los pobres, la enseñanza, las obras de misereicordia, la predicación (religiosos y religiosas de vida activa).

Institutos seculares: Se parecen a los religiosos en que profesan los consejos evangélicos, pero se parecen a los laicos en que trabajan y viven en medio de la sociedad, sin llevar distintivos, sino distinguiéndose por su entrega y radicaclidad evangélica a fin de santificar el trabajo del mundo y las relaciones sociales.

Tanto la vocación sacerdotal como la vida consagrada suponen optar por el de celibato por el Reino los Cielos. No se renuncia al amor. Se experimenta el amor de Dios, se le elige a Él como el Amor absoluto de la vida y se ama a los demás por amor a Dios.

Imprescindible para una buena elección

1.- Querer cumplir la voluntad de Dios y amarlo sobre todas las cosas.

2.- Examinar a qué vocación te llama Dios, teniendo en cuenta tus cualidades y tus sensibilidades, a la vez que las necesidades que hay en el mundo.

3.- Orar, consultar con algún sacerdote o persona consagrada en:

Seminarios
Delegaciones Diocesanas de Pastoral Vocacional
Institutos de Vida Religiosa y CONFER
Institutos seculares y CEDIS

4.- Decidirse, sabiendo que Dios nos necesita para servir a los demás y quiere y puede hacernos felices en nuestra entrega.

domingo, 4 de enero de 2009

¿Cual será tu respuesta a su llamada?

Dios que te llama pone ante ti una misión. Quizá nos hemos acostumbrado a oírlo y lo repetimos sin penetrar en el trasfondo de amor y en las consecuencias de eternidad que comporta: ¿quién es Dios? ¿Quién soy yo? Y, en el centro, mediándonos, su voz. En esta ocasión, no imperativa, como cuando creó todas las cosas: «Hágase», sino humilde, sugerente, invitante, preñada de amor: «Si quieres ...». Pero, no seamos ingenuos. Esta voz de apariencia humilde, respetuosa, es portadora de un querer de Dios. Es así como el llamado de Dios queda pendiente de tu voluntad. Dios ha expresado su voluntad, ¿cuál será tu respuesta? Es tremendo tener que reducir a esta simplicidad el problema, pero sólo así alcanzamos la luz suficiente para ver. Hay momentos en la vida, cuando cegados por la pasión, el egoísmo o la sensualidad, quisiéramos que el problema tuviera más datos, que fuese más complicado, que hubiese alguna escapatoria, donde pudiésemos suspender la libertad, sin comprometerla... Pero la voz de Dios es espada que penetra y nos saca fuera, a la luz, al desnudo: «Si quieres...».

viernes, 2 de enero de 2009

Jesucristo llama a los que Él quiere...

Jesucristo llama a los que Él quiere
Tu vocación no tiene nada que ver con tus defectos, imperfecciones o caídas. Jesucristo no llama a los santos, a los puros, a los indefectibles. Según nos dice el Evangelio, llama a quien quiere y entre esos encontramos a unos mejores y a otros peores, a todos llenos de miserias y defectos. La vocación es un don gratuito y no un premio a los méritos. Por ello, no te apoyes en tus fallos e imperfecciones para poner en duda el llamado de Dios. Piensa en que Dios te ha amado mucho, no por tus cualidades, sino por pura bondad gratuita.

La Vocación



“Hay que ser humilde trabajador de la viña del Señor”

Debemos escoger un camino, no un a camino que sea simplemente bueno, si no “el mejor” para mi alma. ¡La juventud queridos hermanos no se hizo para el placer si no para el heroísmo! Porque contentarnos con menos, cuando hemos encontrado lo más valioso, por lo cual vale la pena vivir…

El mundo necesita jóvenes valientes, en medio de un mundo desenfrenado.
¿Deseas ser verdaderamente feliz? ¿Has pensado el sentido de tu vida?
El mundo ofrece mucho y a la vez nada, pues todo termina, la tan ansiada felicidad que ella nos ofrece al poco tiempo parece esfumarse y no es capaz de llenar nuestro corazón, fuimos creados por Dios y para El nuestro corazón esta capacitado para amar, dentro del corazón de cada ser humano hay un deseo de búsqueda del creador, un deseo hacia la verdad plena, hacia la felicidad verdadera…

En Cristo encontramos esa verdad y felicidad que tanto ansia nuestro corazón, así nosotros no podemos callarnos ante esto, en nuestro interior también deseamos compartir lo que hemos encontrado, así como en aquella ocasión que San Juan Bautista dijo a sus discípulos “Ese es el Cordero de Dios” al escuchar esto dos de sus discípulos siguieron a Jesús, El al verlos les pregunto: “ ¿Qué buscan?, Y se quedaron con El, uno de ellos era Andrés hermano de Simón Pedro, quien siguió a Jesús por la palabras de San Juan, Andrés no se quedo callado y fue en busca de su hermano Simón y le dijo: “hemos encontrado al Mesías” lo presento a Jesús que mirándolo le dijo: “tu eres Simón hijo de Juan, pero te llamarás Kefás” (Juan 1,35-42)

Sabemos que muchas personas necesitan un encuentro con Cristo, conocerle, aquella necesidad que el mundo tiene de una esperanza que creen haber perdido o que no existe,
La Virgen en su mensaje en Portugal dijo: “Van muchas almas al infierno por no haber quien se sacrifique y pida por ellas…”

La vocación es un llamamiento interior, sentido hacia un modo especial de vivir y actuar, Dios tiene un gran deseo de salvar a toda la humanidad y para eso va llamando a ciertas personas a que le colaboren mas directamente a esta labor, cada invitación es única, especial de Dios para colaborarle en la misión de salvar almas, siendo sus instrumentos, instrumentos de amor.

El llamado a la vida consagrada no es nada mas que un llamado al amor y su paga por así decirlo es mucho mayor que cualquier bien de la tierra, nos dice Jesús en el evangelio: “quien deje sus bienes por amor mío recibirá el ciento por uno en este mundo y después la vida eterna”, vale la pena dejar todo por “El Todo”.

En San Mateo encontramos estas palabras “¿de que le aprovecha a una persona ganar el mundo si pierde su alma?“ Y es que nos afanamos tanto por conseguir tan poco, ¡cuando podríamos ganar la vida eterna! Y hacer que otros la encuentren acercando almas a Cristo.

No tengamos miedo a responderle Cristo, pues es el mismo quien nos llama y no nos dejara solos, recordemos siempre las palabras de Jesús: “no me habéis elegido vosotros a mi, si no yo a vosotros”

Pongamos esa inquietud de nuestros corazones en la gran protectora de nuestra vocación:
“Nuestra Madre Maria” que sea ella quien proteja nuestras vocaciones de las garras del maligno que sin duda va al acecho de ellas, que las pruebas no nos perturben, invoquemos a Maria, que sea ella quien por su intercesión nos conceda la gracia de serle fiel a nuestro amado Señor.

Recordemos que un buen Patrón no olvida nunca a sus servidores, mantengamos viva la semilla de la vocación en nosotros.


Jóvenes: ¿qué dejaréis a la próxima generación ¿Estáis construyendo vuestras vidas sobre bases sólidas?


Queridos amigos aquí presentes esta mañana alrededor de la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud, cuando María recibió la visita del ángel, era una jovencita en Nazaret, que llevaba la vida sencilla y animosa de las mujeres de su pueblo. Y si la mirada de Dios se posó especialmente en Ella, fiándose, María quiere deciros también que nadie es indiferente para Dios. Él os mira con amor a cada uno de vosotros y os llama a una vida dichosa y llena de sentido. No dejéis que las dificultades os descorazonen. María se turbó cuando el ángel le anunció que sería la Madre del Salvador. Ella conocía cuánta era su debilidad ante la omnipotencia de Dios. Sin embargo, dijo "sí" sin vacilar. Y gracias a su sí, la salvación entró en el mundo, cambiando así la historia de la humanidad. Queridos jóvenes, por vuestra parte, no tengáis miedo de decir sí a las llamadas del Señor, cuando Él os invite a seguirlo. Responded generosamente al Señor. Sólo Él puede colmar los anhelos más profundos de vuestro corazón

A aquellos, entre vosotros, que Él llama a seguirlo en la vocación sacerdotal o religiosa, quisiera decirles la felicidad que existe en entregar la propia vida al servicio de Dios y de los hombres. Que las familias y las comunidades cristianas sean lugares donde puedan nacer y crecer sólidas vocaciones al servicio de la Iglesia y del mundo.
Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Juventud Sidney 2008