lunes, 30 de julio de 2018

¿Por que bautizar a los bebés?

El sentido del sacramento del Bautismo es ser incorporados a la Iglesia como miembros de Cristo, eliminando en nosotros la huella del pecado y darnos la oportunidad de librarnos de las consecuencias del pecado.


«el santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos.
Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión» (CEC 1213).


¿Por qué habría que bautizar a los niños? ¿No sería imponerles una fe que ellos no aceptan libremente?

La fe no puede imponerse. Simplemente se le dan al niño las "herramientas" para que comprenda la Fe y viva según la ley de Cristo. Si el niño que crece no quiere hacerlo, siempre será libre de rechazar la fe de sus padres. Pero la base sobre la que piensan los padres cristianos es que deben darle al hijo la oportunidad de pertenecer a la Iglesia y hacerse partícipes de los dones que administra con la autoridad del mismo Señor Jesús. Negarle esto a una persona significa no creer en la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. Por ello, si los padres no tienen fe o la han perdido, les será difícil comprender el sentido de bautizar a su hijo recién nacido.

Bautizar a un niño es hacerle un regalo inmenso, desearle lo mejor, que es la vida en Cristo. Este es un regalo que en su futuro podrá aprovechar o lo podrá abandonar, pero que siempre tendrá a la mano para acercarse a la Iglesia y por medio de ella al mismo Señor Jesús.

La fe sólo puede crecer después del Bautismo (CEC 1254). Por ello, no es necesario un acto de fe perfecto previo al Bautismo.
No bautizar a un niño indica que los padres no están dispuestos a transmitirle su fe a su hijo. Una actitud así sólo puede nacer de padres que no creen verdaderamente lo que profesan o que no consideran su fe como un don inmensurable.

Los padres que bautizan a sus hijos recién nacidos aceptan la misión de educarlos en su propia fe.

Algunas preguntas que pueden ayudar: 

Si mi hijo recién nacido nace con una enfermedad, ¿le niego la medicina argumentando que no es consciente de estar recibiéndola? ¿Diría que sería mejor esperar a que tenga suficiente uso de razón? Y si, por otro lado, alguien le regala algo hermoso o le quiere dar su herencia a mi hijo ¿me niego a que la reciba porque aún no es mayor? ¿No sería lo más sensato y justo que lo reciba y que, tiempo después, si él no está de acuerdo, lo rechace? Querer regalarle algo a alguien amado, ¿es una imposición? El pertenecer a Cristo marca nuestra naturaleza. 


¿Qué sucede con los niños que mueren sin haber sido bautizados?

Un niño recién nacido tiene pecado, pues todos hemos heredado el pecado de Adán. Sin embargo, los niños que mueren sin ser bautizados son confiados a la misericordia de Dios.Esto nos permite confiar en que hay un camino de salvación para los niños que mueren sin el Bautismo. Pero si podemos tener la seguridad de salvar a un niño y no sólo eso, sino hacerlo partícipe de la vida misma de Cristo, no tiene sentido esperar y privarlo de todo ello.


Este tema me parece importante y además se que hay personas que no lo tienen claro.
Por favor deja tu comentario sobre esto si reunimos unos cuantos publicaré otra entrada para resolver las dudas que planteéis.
Feliz Semana.
¡ESTAD ALEGRES EN EL SEÑOR!

lunes, 23 de julio de 2018

Ejemplo de jóvenes santos

Hoy os traigo una reseña de la vida de Alexia González-Barros y González una niña que murió con 14 años y a la que van a beatificar; para que nos sirva a los jóvenes de motivación para ser sal y luz de la tierra por que es posible y necesario a un que cada uno en el lugar donde Dios lo ha puesto.



Alexia González-Barros y González nació en Madrid el día 7 de marzo de 1971 era la hija menor de siete hermanos. Fue una chiquilla normal, vivaracha y divertida, a la que cuidaban con todo cariño sus cuatro hermanos mayores: tres chicos y una chica, María José, con la que estaba particularmente unida.

Estudió desde los cuatro años en un colegio que estaba muy cerca de su casa: el Jesús Maestro, de la Compañía de Santa Teresa de Jesús.

Hizo su Primera Comunión el día 8 de mayo de 1979 en Roma, junto al lugar donde resposa san Josemaría, al que tenía mucho cariño y devoción. Al día siguiente de su Primera Comunión, el 9 de mayo de 1979, se acercó a Juan Pablo II durante una audiencia pública en el Vaticano, y tuvo la alegría de que el Papa le hiciera la señal de la cruz y le diera un beso en la frente.

Su vida fue muy parecida a la de tantas chicas de su edad: estudiaba, hacía planes con sus amigas, veraneaba con su familia y sus abuelos



Pero un día, el 4 de febrero de 1985, su vida dio un cambio inesperado. Se le declaró un tumor maligno que la dejó paralítica en muy poco tiempo.

Sus padres la llevaron a diversos especialistas. Los diagnósticos eran diversos. Sufrió cuatro largas operaciones y una ininterrumpida cadena de dolorosos tratamientos que convirtieron los diez meses de su enfermedad, antes de su muerte, en un durísimo calvario, que se supo afrontar con paz y con alegría.

Aceptó plenamente su dolorosa enfermedad desde el primer momento, ofreciendo el intenso sufrimiento y las numerosas limitaciones físicas que padecía por la Iglesia, por el Papa y por los demás.

Muy unida a la Cruz de Jesús, le decía con frecuencia en su oración: Jesús, yo quiero ponerme buena, quiero curarme; pero si Tú no quieres, yo quiero lo que Tú quieras.

Sufrió mucho, esforzándose por conservar la fortaleza, la paz y la alegría a lo largo de su dura enfermedad.



Esto era fruto de su fe, de su esperanza y de su amor a Cristo. Luchó hasta el final porque amaba la Voluntad de Dios con toda su alma y le había dado su corazón libremente y por entero al Señor.



Falleció en Pamplona, rodeaba por el cariño de su familia, en medio de una gran paz espiritual, el 5 de diciembre de 1985. Sus últimas palabras fueron: más y sí.

Más porque deseaba que siguieran hablándole de Dios. Con su sí reiteraba el deseo que había manifestado constantemente desde que era niña: Jesús, que yo haga siempre lo que Tú quieras.

 Muchas personas se quedaron conmovidas tras su muerte. Una religiosa de su colegio, Mª Victoria Molins, Religiosa de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, escribió un libro en el que se recordaban algunos sucesos de su vida.


La última imagen impacta al principio pero luego observamos la felicidad que irradian tanto la madre como la hija. Esto es la Santidad "Estar siempre alegres en el Señor" aún en medio de nuestras pequeñas o grandes dificultades.

A SER SANTOS