viernes, 18 de mayo de 2018

Se iban a casar, Dios los llamó y ahora él es sacerdote y ella religiosa


Se iban a casar, Dios los llamó y ahora él es sacerdote y ella religiosa

(ACI) Antes de ingresar a la vida consagrada, el P. Javier Olivera y la hermana Marie de la Sagesse eran novios y querían casarse, pero Dios tenía otros planes. Esta es su historia.
En diálogo con ACI Prensa, el P. Olivera indicó que ambos crecieron en familias católicas y que “nuestros papás se conocían de cuando eran jóvenes”. Por ello se frecuentaban cuando eran niños, aunque dejaron de hacerlo en la adolescencia.
“Estuve bastante separado de la práctica religiosa. A los 19 años regresé de un viaje de mochilero a Perú y la conozco. Le pregunté si creía en la virginidad hasta el matrimonio, porque para mí era una especie de invento de la Iglesia. Ella me fundamentó tan bien desde la fe y la razón sobre la pureza que me impactó. Me encontré con una mujer que sabía defender lo que creía y que era a su vez inteligente”, comentó.
Poco después iniciaron su relación. En ese entonces ambos estudiaban derecho. Él en la Universidad Nacional de Buenos Aires y ella en la Universidad Nacional de la Plata.
El P. Olivera manifestó que “era un noviazgo como cualquier otro, pero intentábamos aprovechar la vida cultural a través de la música, la literatura y la filosofía. Leíamos libros juntos, salíamos a tomar un café. Teníamos un grupo de amigos con los que asistíamos a las conferencias de los autores católicos argentinos”.
“Yo comencé a practicar la fe, a rezar, a ir a Misa los domingos. Todo en gran parte gracias a ella, a Dios principalmente, pero a ella como instrumento”, manifestó el sacerdote. Destacó que también cultivaron juntos una vida de piedad por medio del rezo del Rosario y la Eucaristía.
Ambos se comprometieron cuando tenían 21 y decidieron casarse al terminar la universidad. Les faltaba dos años y medio.
El descubrimiento de la vocación
Sin embargo, un día el hermano mayor de la joven les anunció que ingresaría al seminario y la noticia “nos dejó golpeados porque no esperábamos eso”.
“Yo tenía un auto y con la que era mi novia decidimos llevarlo al seminario, que quedaba en San Rafael, Mendoza”, indicó, y ambos se quedaron unos días en la zona para que Javier pudiera visitar a unos amigos que estaban en el seminario y ella a las amigas que estaban en el convento.
“Cuando volvimos, conversamos sobre lo loco que era todo esto, de que su hermano haya dejado todo, la posibilidad de tener familia, una carrera muy importante. Comenzamos a preguntarnos ‘¿Qué pasaría si Dios nos llamara a la vida religiosa? La primera cosa que dijimos fue que ‘no’ y que era una locura porque estábamos en un hermosísimo noviazgo y ya estábamos comprando las cosas para casarnos”, contó el P. Olivera.
Pasaron las semanas “y en mi alma había esta idea permanente de qué pasaría si Dios me llamara, si yo tuviese que dejar todo ¿Por qué no ser sacerdote? ¿Cómo saber si el mejor modo de llegar al cielo para mí es la vida sacerdotal o la vida matrimonial? ¿Dónde puedo hacer el bien más grande?”.
Después de tantas dudas decidió contarle sus inquietudes vocacionales a su novia, quien le confesó que ella estaba “pensando lo mismo” desde que su hermano ingresó al seminario.
Sin embargo, ninguno de los dos se decidía. “Como todavía nos faltaban dos años para acabar la carrera de abogacía, esa era una gran excusa para todavía no ingresar al seminario o al convento”, indicó el P. Olivera.
Por su parte, la hermana Marie de la Sagesse indicó a ACI Prensa que “fue un largo período de discernimiento, al menos dos años, hasta que Dios me mostró claramente la vida consagrada y no pude dudar que me pedía esa entrega total por encima del matrimonio”.
Al terminar de estudiar, ambos abrazaron su vocación. En el año 2008, cuando tenían 31 años, él se ordenó sacerdote de la Diócesis de San Rafael y ella realizó sus votos perpetuos en la congregación de las Hermanas de Jesús Misericordioso.
Actualmente el P. Olivera es profesor universitario, tiene un blog llamado “Que no te la cuenten” y ha escrito un libro sobre las dudas vocacionales titulado “¿Alguna vez pensaste? El llamado de Cristo”. Puede leerlo completo AQUÍ.
La hermana Marie de la Sagesse vive en el sur de Francia y realiza su apostolado en la parroquia de Saint Laurent, en la Diócesis de Fréjus-Toulon.
Sobre su historia, ella expresó que “considero una gracia especial el llamado de ambos casi al mismo tiempo, una delicadeza de la Divina Providencia, a quien no se le escapa ningún detalle. Y lo que valoro muchísimo es la continuidad en la amistad no sólo de ambos, sino también de nuestras familias”.
“Ahora tenemos una amistad hermosísima, es mi mejor amiga”, dijo el P. Olivera.

martes, 15 de mayo de 2018

“Dios no escribe al WhatsApp, Él habla al corazón”, carta de Lucas Blanes

Querid@ joven me han pedido que te cuente qué se me ha pasado por la cabeza para tomar la decisión de entrar en el Seminario, “la fábrica de curas”, y querer ser sacerdote. Sí, sacerdote, hoy, en el siglo XXI. 
La verdad, ni yo lo sé. Debes saber que toda “vocación” es una llamada de Dios, pero no al móvil, pues Dios no va por ahí mandando Whats; Él habla al corazón. Dios, desde la eternidad ha pensado en ti y en mí, en nuestra vida y en nuestra vocación, en esa misión que tiene para cada uno mientras vivimos en esta tierra y en la cual podemos ser realmente felices, plenamente felices. Es Él el que llama, y a mí, como a muchos jóvenes más, me ha elegido para ser sacerdote, aunque me haya costado al principio aceptarlo y le haya dado largas un par de veces. La verdad es que esto de ser cura uno no se lo espera… ¿cómo iba a pensar yo, un joven normal y corriente, como tú, que le gustaba salir de fiesta, pasarlo bien, liarla con los colegas, jugar a fútbol… que acabaría en el Seminario y que le iba a decir al mundo de hoy: “¡quiero ser sacerdote”? Pues así es, pero déjame que te cuente un poco más. 
La verdad es que tuve el gran regalo de nacer en una familia cristiana, donde mis padres, desde pequeño, me han transmitido la fe y me han dado a conocer a ese tal Jesús. Pero a un niño esto de rezar e ir a misa no le acaba de entusiasmar, por lo menos a mí, así que, al tomar la primera comunión, con mis amigos de catequesis empezamos a ser monaguillos, pues así la misa se me hacía más corta. Y así fue, en las convivencias del Seminario menor, donde conocí a los “seminaristas”, esos “frikis que querían ser curas”, aunque yo iba a pasarlo bien. Pero el Señor se sirve de todo.
Empieza la ESO, se abre un nuevo mundo ante mí: las chicas, las tardes del sábado (y alguna que otra noche), algunas gamberradas, etc. Lo normal de un joven ¿no? Y en medio de la vida de un joven normal que le gusta salir y pasarlo bien, tontear con las chicas, que no le van mal los estudios… ¡pam! “¿por qué no ser sacerdote?” Esta pregunta atravesó mi corazón en el verano de 2011, cuando tenía 15 años, después de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, después de tener una experiencia muy intensa, un encuentro muy fuerte con Dios. Porque claro, iba a misa y esas cosas, pero no conocía mucho al Señor, más bien, no creía que esto de la fe tuviera algo que decirme a mi vida. Allí, en la JMJ descubrí una Iglesia joven, llena de gente como yo, pues en mi clase siempre había sido el único chico cristiano, y me avergonzaba de serlo, por eso me callaba; allí me sentí amado tal y como era, yo que siempre iba mendigando amor con los demás; allí pude ser yo mismo, tal y como soy, sin esconderme, sin máscaras ni apariencias, pues parece que para ser querido hoy en día tienes que dar la talla o estar a la altura. Y con Dios, esto no es así.  
Mi vida era una macedonia de personalidades, no sabía quién era, me sentía sólo, confuso…Luego empecé a sentirme vacío, veía que mi vida no tenía sentido…Supongo que habrás intuido que después de esta llamada le dije que no al Señor. “Señor, no me rayes; que yo quiero hacer mi vida”. Acabé la ESO, y estando a punto de entrar al Seminario menor para estudiar Bachillerato, me rajé, tuve miedo, no pude dar el paso, y me quedé estudiando en Gandía. Esos dos años han sido los peores de mi vida. Por fuera, a ojos de este mundo, era perfecta: amigos para divertirse, fiestas, seguidores en Instagram, buenas notas, sin problemas, alguna novia, etc… ¿Qué más podía esperar un joven de 16-17 años? Pues yo me sentía vacío. Sentía que estaba aquí, que había sido creado para algo más. Veía que mi vida no tenía sentido, que era un aburrimiento. Me preguntaba constantemente ¿por qué estoy aquí? ¿para qué? ¿por qué no soy feliz? Me alejé más del Señor. No dejé de ir a misa, pero cerré el oído, y me tomé la fe a broma. Me sentía roto, triste. Pensaba, “si esto es la vida, prefiero no-vivir”. 
En medio de esta tormenta, la llamada no se apagaba y volvía a encenderse con testimonios, pasajes del Evangelio, canciones, etc. Tuve un final de curso y un verano muy intenso (que si hay otra ocasión te lo contaré). Y al final de verano, el 10 de septiembre de 2014 entré al Seminario Mayor de Moncada. Ahora, en 4º curso, a 3 años de la ordenación sacerdotal, sólo puedo decir “gracias”. Ahora sí que vivo feliz, realizado, con alegría, pues no necesito hacer tonterías ni ponerme máscaras para sentirme amado. Sé que he nacido para amar y ser amado como soy, y mi corazón sólo pide amor, amor sincero, amor de verdad ¿el tuyo también no? Ahora sí que puedo decir: ¡quiero ser sacerdote! 
Quiero pedirte, querid@ joven que reces por mí y por todos los seminaristas y sacerdotes, pues uno no nace preparado para esto y lo que se nos confía es muy grande, y nosotros, en cambio, somos unos pobrecillos. Y también te animo a que nunca te alejes del Señor. Nunca te avergüences de ser cristiano, pues sólo Jesús puede llenar y colmar tu corazón, sólo Él te conoce de verdad y te ama como eres; sólo Él puede saciar esa sed de amor, de vida y de entrega que hay dentro de ti. Y si algún día sientes la llamada de Dios, sea a lo que sea (la misión, el matrimonio cristiano, la vida contemplativa, el sacerdocio…), dile que sí, ¡adelante! De tu sí puede depender la felicidad de mucha gente que todavía no le conoce…

Lucas Blanes
Seminarista de Valencia