jueves, 8 de enero de 2009

¿Donde estas Señor?


Dentro de la vocación, surgen muchas preguntas, dudas que de no manejarlas de manera adecuada podrían poner en peligro esa semilla de la vocación puesta en nuestros corazones.

Sabemos que es Dios quien siembra esa semilla, pero somos nosotros quienes debemos cuidarla hacerla crecer con la gracia que Dios nos da, somos libres de responder, de nosotros depende no dejar marchitar ese llamado especial.

En ciertos momentos Jesús quien nos llama, parece esconderse… como jóvenes enfrentamos tales situaciones que nos llena de temor y surge la pregunta: ¿será realmente mi vocación?

Es importante que contemos con un guía espiritual, pero a veces no es tan fácil encontrarlo y la impaciencia llega de tal forma que en ocasiones buscamos los consejos en otras personas a nuestras dudas o inquietudes, buscando en ellos la respuesta de lo que quiere Dios para nosotros.

Las respuestas o los consejos que puedan darnos (algunos con muy buena intención otros no), suelen confundirnos más… o desanimarnos en la búsqueda de ese camino de la cual tenemos la esperanza nos conduzca a la verdadera felicidad.

Ciertamente la vocación no es del todo clara, pues es un camino que emprenderemos hacia lo desconocido y no tan desconocido pues sabemos quien nos llama y sabemos cual es el final de ese camino.

A veces, entre el ruido, el trabajo, estudio, la rutina diaria, la búsqueda se torna más difícil y los consejos en ocasiones no son alentadores o no disipan las dudas, la más común: ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Donde me quiere el Señor?

En medio de todo conocemos lo que el mundo nos ofrece, ¿Qué es lo que Dios nos dice? ¿Como saber lo que desea de mi?... la respuesta esta dentro de ti, en el silencio, dentro de tu corazón, apaga las luces del mundo, permanece en el silencio en la escucha, la voz de Dios es tan dulce y tierna, que por nuestras preocupaciones y angustias de encontrar la respuesta no nos damos cuenta que Dios habla de manera suave y sutil en nuestro interior, es así como Dios nos enamora, como Dios nos habla y nos seduce con su voz, en el silencio.

Lo importante de la vocación es que estamos llamados al amor, vivir enamorados de quien nos amo primero y quien puso su mirada en nosotros. Debemos entonces vivir en intimidad con el amado, como verdaderos enamorados, con la mirada puesta en El, con la plena confianza que en sus manos no debemos temer, es El quien nos llama, frente a al llamado solo estas tu frente a Jesús con la mirada amorosa puesta en ti… y la invitación surge ahí “ven y Sígueme” por eso no dudemos en acercarnos a quien nos llama, El debe ser nuestro primer auxilio que debemos buscar siempre en momentos de dificultad.

Ten la certeza que no estas solo y que en el silencio de la oración encontraras la respuesta en tu corazón, el alma se comunica con su creador de una manera especial, dejémonos enamorar por Cristo.

Que Maria nuestra Madre ejemplo de vida en silencio, de la dulce espera y serena, nos conceda la gracia de ser pacientes y a recurrir a nuestro Señor en los días de prueba.

Si sientes que Dios no te responde no te angusties, Dios responde a todas nuestras oraciones, nosotros muchas veces pensamos en nuestra vida terrena, pero Dios nos prepara para la eternidad, los pensamientos de Dios son diferentes a los nuestros, la demora a su respuesta podría ser a que El quiera prepararte y ensañarte algo mas, antes de entrar a ese camino de consagración, El nos hará esperar lo necesario para alcanzar mejores resultados.

No te desanimes, ama y espera en el silencio pero ten valentía de lanzarte a ese camino nuevo, pues el final de este lo conocemos, manteniendo la mirada en Cristo no debemos temer.

¡Vivamos nuestra vocación con el entusiasmo con que se viven grandes ideales!

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