viernes, 20 de agosto de 2010

'' La globalización del amor''


Nuestro mundo camina por el sendero de la globalización de la economía y de la política. Pero cada día somos más conscientes que la concentración de la riqueza en manos de unos pocos afortunados nos lleva a la destrucción. Cada día se impone el terror y la muerte como único camino para la paz y el bienestar de los pueblos.

¿Cuál es el mensaje de Teresa de Lisieux para un mundo globalizado? ¿Tiene palabras significativas una mujer de finales del siglo XIX, religiosa de clausura, que muere tuberculosa a los 24 años? ¿No será abusar del pensamiento de una persona que jamás se cuestionó algo similar? El mensaje de Teresa del Niño Jesús, inculturado en el hoy, es el siguiente: la globalización sin amor es una globalización sin valor. Dicho de una forma menos “profana”: la espiritualidad de la comunión es el “corazón” de nuestro mundo.

La espiritualidad de la comunión es la “Historia de un alma”. Es el alma de Teresa del Niño Jesús. Juan Pablo II, proclamó Doctora de la iglesia a santa Teresa del Niño Jesús por ser “experta en la scientia amoris”. El “corazón” de la iglesia es la comunión.

Teresa siente en su debilidad, en su pobreza, en el claustro, en su enfermedad, que Dios la llama a una verdadera “globalización”. Necesita serlo todo. Su corazón no se conforme con hacer algunas cosas más o menos buenas en su vida..Estas ansias se convertían para ella en “un verdadero martirio”. Dios colmó sus deseos “más grandes que el universo”.

Busca en la Palabra de Dios la luz que necesita para su vocación. San Pablo en la primera carta a los Corintios, capítulo 12, presenta a la iglesia como un cuerpo con muchos miembros, pero no se reconoce “en ninguno de los miembros descritos por san Pablo; o mejor dicho, quería reconocerme en todos...”

Hasta que descubrió que “la iglesia tiene un corazón, y que este corazón estaba ardiendo de AMOR.... Comprendí que el amor encerraba todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y todos los lugares, en una palabra, ¡que el amor es eterno¡” ( Ms B, fol. 3v ).

Esta es la verdadera globalización que enseña hoy Teresita del Niño Jesús. El Amor abraza todos los tiempos y todos los lugares. El amor es “global” o no es amor. El enemigo número uno del amor es el egoísmo, la indiferencia y el conformismo.

Este es el mensaje de la patrona de las misiones, que en su vida quiso ser misionera “no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos”. Esta es la globalización del evangelio que ella sigue impulsando desde su trono de gloria.

Ya desde niña lo quería todo. Dios prepara a sus elegidos desde el seno materno para ser sus testigos en el mundo. Pero todo este lenguaje del amor podría quedarse en un nivel romántico e idealista si la santa de Lisieux no bajase al terreno práctico de la misma vida. Ella confiesa que anteriormente comprendía el amor “pero de una manera imperfecta”. Dios le concedió penetrar en lo que es el amor.

Teresita al meditar las palabras del evangelio: “no hay mayor amor, que dar la propia vida por aquellos a los que se ama”, se enfrenta con el amor auténtico: “Ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no escandalizarme de sus debilidades, en sacar edificación de los menores actos de virtud que se les ve practicar” ( Ms C, fol. 12v).

Es el himno de la caridad de Teresa de Lisieux. El camino de los pequeños de este mundo cargando con la injusticia y la indiferencia de los grandes. Es el camino de Jesús, puerta estrecha y senda angosta. La victoria del amor sobre el odio. Es la verdadera espiritualidad de comunión.

Teresa del Niño Jesús enseña a “globalizar” el amor, empezando con los que viven con nosotros. El amor cristiano penetra en las raíces de la vida creando la comunión universal. Así exclama la santa, llena de gozo y de entusiasmo, cuando profundiza en su vocación: “!Por fín, he hallado mi vocación, mi vocación es el amor¡.... . En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor” ( Ms B, fols. 3v 4r ).
Fr. Antonio Ribas, o.c.d.

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