miércoles, 4 de febrero de 2009

A los jóvenes

Queridísimos: comprendéis que os hablo de cosas muy importantes. Se trata de dedicar la vida entera al servicio de Dios y de la Iglesia, de hacerlo con fe segura, con convicción madura y decisión libre, con generosidad a toda prueba y sin arrepentimiento.
Abrid vuestro corazón al encuentro gozoso con Cristo. Pedid consejo. La Iglesia de Jesús debe continuar su misión en el mundo. Al hablaros de la vocación y al insistiros en seguir este camino, soy yo el humilde y apasionado servidor de aquel amor, que movía a Cristo cuando llamaba a los discípulos a seguirle.
Estad seguros de que si le escuchaseis y le siguieseis os sentiríais llenos de gozo y alegría. Sed generosos, tened valor y recordad su promesa: «mi yugo es suave y mi carga ligera».
Jóvenes: Cristo necesita de vosotros y os llama para ayudar a millones de hermanos vuestros a salvarse. Abrid vuestro corazón a Cristo, a su ley de amor; sin condicionar vuestra disponibilidad, sin miedos a respuestas definitivas, porque el amor y la amistad no tienen ocaso.

+ Juan Pablo II

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