jueves, 21 de mayo de 2009

La Vocación: llamada, amistad, amor...

La vocación no es un problema individual (¿Qué espera Dios de mí?), ni algo exclusivamente moral (¿Oponerse a Dios es pecado?), ni siquiera ha de plantearse preguntándose: ¿Cuál es la vocación mejor? Se pertenece a una Iglesia, donde todo es mejor, donde se obra por amor y en la cual se vive como miembro.
La vocación no es sólo un gusto, no es sólo una inclinación, no es sólo querer, no es sólo poder. Nadie «tiene» vocación. Es la vocación la que nos tiene a nosotros, es ella la que nos va teniendo a medida que afinamos nuestro oído, a medida que nuestros ojos descubren que alguien ha de repartir el Cuerpo de Cristo, la Palabra de Cristo, el Amor de Cristo.
La vocación no es cuestión de evidencia, sino de amor.
La vocación es algo esencialmente social. No consiste en un sentimiento, ni en un gusto, ni hay que esperar una llamada telefónica de Dios, ni se nace con una señal especial en la frente. Él llama cuando da ojos para ver las mieses granadas que se pierden por falta de brazos.
La vocación es como un itinerario con señales de pista. Cada señal lleva a la señal siguiente, sin saber el término definitivo. Más que un conocimiento del futuro es una correspondencia amorosa. Es una amistad.

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