sábado, 6 de junio de 2009

Desde un Carmelo Descalzo


Preguntar a una monja carmelita por qué lo es, qué la ha llevado al claustro, a la vida contemplativa, es algo que quizá puede hacer sonreír, pero tras la sonrisa de una descalza se esconde un secreto, el secreto de una historia de Amor. Una carmelita descalza es un alma enamorada. Un día el Hijo de María la enamoró, y ella se dejó prender en sus redes, y de la mano de su Madre, que le levantó el velo, pudo ver su Corazón blando, manso, humilde y paciente. Fue Él, el Hijo de Dios, el que la llamó y le abrió la Casa de su Madre, el jardín de santa María, ese huertecillo cerrado donde mora el Dios Vivo, percibido en ese viento suave y delicado de nuestro padre san Elías; esa Montaña Santa en donde se oyen resonar las frescas palabras de nuestra madre santa Teresa: «el estilo que pretendemos llevar es no sólo de ser monjas, sino ermitañas, y así se desasen de todo lo criado».

Sí, la carmelita es una ermitaña, una ermitaña de la Virgen María a quien está consagrada, a quien pertenece desde su entrada en su palomarcico. Desde que aprende la monja a hacer su celdilla en el Pecho de esta Madre dulcísima, empieza a serlo de veras; su santo escapulario son los brazos purísimos que la asen a su regazo, y le hacen sentir que el yugo de Cristo es suave y su
carga ligera; así se pierde en María para encontrarse en Jesús, ese Jesús cuyo Espíritu clama en ella «Abba, Padre».

La carmelita es feliz en su Carmelo, inmensamente feliz. Con frecuencia se siente indigna, muy indigna de estar en este lugar sagrado, por eso se descalza, porque la tierra que pisa es santa, porque sabe que está ante la zarza ardiente, que Dios la llama a hablar con Él cara a cara, y necesita dejarlo todo y dejarse a sí misma para volar libre y ligera hasta el Corazón de su Señor. Por eso permanece siempre en «su sitio», su nido, su amada celda. Desde su celda contempla el pedacito de cielo que se ve desde el Carmelo, y piensa cuán atinada estuvo su santa Madre al decir: «Esta Casa es un Cielo, si lo puede haber en la tierra, para quien se contenta sólo de contentar a Dios y no hace caso de contento suyo.»

En su celda no hay nada, es pobre, muy pobre, por eso sospecha que le gusta tanto a Dios. Y sueña la carmelita con Cristo pobre, y el corazón se le ensancha y lo vierte en su Esposo, y con Él trata de amores y le canta y le llama: ¡Ven, Señor Jesús! Ama a su Dios sobre todas las cosas y ama por todos y cada uno de sus hermanos los hombres. Ora intensamente por los que hablan
a los hombres de Dios, mientras ella habla a Dios de los hombres.

Sabe que es como la raíz de un bello rosal, por eso desaparece. Su presencia es oculta y silenciosa, pero real; ella sabe que cuanto más profundice en el arte divino de esconderse, que cuanto más hondo sea su sacrificio y su silencio, más fecundo será su apostolado y más auténtica y genuina su vida carmelitana.

Se siente dichosa de vivir en todo instante de una vida sólo para Dios. ¿No es acaso Él digno de que haya almas que se le consagren así, para vivir dedicadas sólo a su amor y su culto? Así se siente feliz al ser llamada a esta vida esponsal, y este amor la impulsa a inmolarse sin descanso por la Iglesia y sus pastores, por la extensión del Reino de Dios en el mundo. Y es que en el pecho de la descalza bulle un corazón sacerdotal. Y acaricia el ideal de ser madre espiritual de todos los sacerdotes del mundo, de los capitanes de este castillo. Y suplica a su Majestad le conceda dar su vida por ellos, para presentárselos a su Esposo como el fruto fecundo de su Amor. «Por ellos me consagro yo...». Y aletea el espíritu de su Madre Fundadora que pone a sus sacerdotes y Príncipes de la Iglesia como el centro de una llamada y una misión: «Y cuando vuestras oraciones y deseos y disciplinas y ayunos no se emplearen por esto que he dicho, pensad que no hacéis ni cumplís el fin para que aquí os juntó el Señor». Para ello aspira a la perfección de la caridad, guardando su corazón sólo para Cristo, con el fin de poder llegar a transformarse por amor, en Él, para poder gozar de su Esposo amado, que es el Tesoro escondido en el campo de su alma.

Todo es pobre en los carmelos, todo en ellos recuerda al santo portalico de Belén, y así la Santa Madre apremia amorosamente a vivir esta virtud evangélica «en casa, en vestidos, en palabras y mucho más en el pensamiento». Su pobre hábito de sayal, su capa blanca y sus pies descalzos le recuerdan que es toda de Cristo al que ama, al que quiere imitar por el camino del Evangelio, es un eco de la coplilla teresiana: «Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta; sólo Dios, basta.»

Se puede ser feliz sin nada en absoluto, sólo con Él, que llena nuestras almas y nuestros días de un amor incomparable y «compañero nuestro es en el Santísimo Sacramento». Y quiere la carmelita imitarle, y seguir ese camino real de silencio, ocultamiento e inmolación de nuestros sagrarios, y así se siente inmensamente feliz de ser la lámpara viva que se gaste a sus pies. «Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche...», y se pierde en el amor de Dios.

La labor de manos sencilla –que no ocupe la mente–, la oración, la Eucaristía, la Liturgia de las Horas, el silencio y el recreo, nos recuerdan que nuestra vida es un reflejo de Nazaret, y de la Virgen María que nos grita en el hondón del alma que en esta casa lo primero es Dios, que Él es el centro, nuestro corazón y nuestra vida. «Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle consigo y hablar con Él... sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad.»

Y así siente la monja descalza fluir de sus labios esta sencilla oración: Bendito Carmelo, donde reinan la Caridad y el Amor, ¿cómo te pagaré tantos beneficios?

Decir Carmelo, es decir oración y también decir Caridad, la más pura caridad evangélica. Los palomarcicos de la Virgen Nuestra Señora son casas llenas de equilibrio humano y sobrenatural. El perfume y el calor de Jesús invade el Carmelo y el distintivo de sus discípulos reina entre sus esposas. Este es el cimiento del «estilo de hermandad» legado en herencia por la Santa Madre. La carmelita percibe dulcemente la sorpresa de las almas que se acercan a sus rejas y sienten la alegría que brota de dentro. ¿Cómo no estar alegre, cómo no irradiar una gran alegría si Cristo las llena desde dentro?

La soledad y el silencio no impiden la comunión fraterna, sino que la vigorizan y la hacen sólida y ardiente de caridad.

En su vida comunitaria la carmelita es una «cristiana en acción», que pasa de puntillas por el convento, haciendo el bien y llevando prendido en el alma el Mandamiento Nuevo, siempre en aras de la santa obediencia, virtud muy querida para ella, pues le transmite, juntamente con la regla, constituciones y costumbres santas, lo más sagrado y lo más importante para ella: la Voluntad Divina, que es lo mismo que decir el mismo Dios. Así se sirve de los signos externos inspirados por el Espíritu Santo como medio y trampolín para saltar a su Dios, y vivir hacia dentro, hacia el interior del castillo donde ocurren las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma.

¿Qué más puede decir una carmelita? Dar gracias y mil gracias por el don de la vida contemplativa, que le ha enseñado a amar como Cristo y que es realmente fuente y llama de amor viva, foco luminoso para que el mundo no pierda la capacidad de amar.

Esta es la perla preciosa; este el tesoro escondido, la preciosa margarita que un día se nos dio en herencia y que no acaba aquí, sino que se prolongará en un amor eterno. «¿Qué será cuando veamos a la Eterna Majestad?», si aquí de tanto quererle, ¡qué dulce se hace la vida!

Si la intimidad divina es el carisma y el apostolado específico de la carmelita descalza, ¡qué gozo saber que está llamada a saborear, ya desde ahora, a vida del Cielo!

«¿Quién os trajo acá, doncella del valle de la tristura?: Dios y mi buena ventura». Dios, María, Cristo, ese Cristo cuyo Espíritu clama en nosotros: «Abba, ¡Padre!».

Una hija de santa Teresa

8 comentarios:

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  2. Karla, Gracias de todo corazón por publicar este testimonio, no sé si se trata de tu propia experiencia o de alguna otra hermana Carmelita. Pero me siento totalmente agradecida, porque hace apenas un día que descubrí este blog y me ha hecho mucho bien. Estoy a punto de irme dentro de 15 días a vivir una experiencia con las Hermanas Carmelitas Descalzas en Mérida-Venezuela. Y pues aunque me siento emocionada, animada, muy entusiasmada por querer descubrir la Voluntad de Dios en mí vida, no puedo negar que me da cierto miedecillo, ante lo desconocido. Pero al leer los temas que han expuestos ustedes en este blog y los diferentes testimonios, en especial este con el cual me siento sumamente identificada, me lleva a decir "Si" a Dios, con deseos enormes de Seguir a Jesús y de abandonarme confiadamente en sus manos. Me encanta la espiritualidad, el Carisma y el estilo de vida de las Carmelitas Descalzas, Dios quiera que este sea el huerto donde me plante para dar frutos de Amor y de Entrega... Pido que Oren por mí, les dejaré saber mi experiencia y poder compartirla en este blog con ustedes. Unidas en el Señor nuestro Amado. Un abrazo Fraterno desde Venezuela. Carmen Montilla

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  3. AAAH!!!....Que felicidad se siente el solo leer como es una carmelita,espero con la gracia de Dios yo tambien seer algun dia "la raiz de un bello rosal"...
    llevo algun tiempo conociendo al as hermanas carmelitas de los andes chile;y el solo verlas se puede saber que son unas almas etermanete enamoradas de nuestro jesus y que van de la mano con nuestra madrecita del cielo...les pido mucha oracion para que el tiempo que me falta de entrar al convento pase rapido y que mi vida sea hacer solo la voluntad de mi jesus...muchas graicas por este bello testimonio...que dios las bendiga siempre. fernada chile

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  4. Hola Fernanda, no te imaginas la alegría que me dió al leer tu comentario. Dios nos cuide amiga y nos muestre siempre su luz y su fuerza para poder responderle con Amor y Alegría a la vocación a la que nos llama. Teresa de los Andes ha marcado mucho en mi espiritualidad y en mi vocación al Carmelo. Dios quiera que podamos florecer en su jardín, siendo Carmelitas Descalzas. Yo me voy el sábado 27 de este mes al Carmelo a vivir mi experiencia, durante tres meses. Pero sé que voy para quedarme para siempre. Te dejaré saber. Quiero que sepas que Oraré por ti Fernanda. Un abrazo fuerte desde Venezuela. Carmen

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  5. Mucho animo a todas las jovenes que iniciaran una experiencia con las Carmelitas, no olviden dar gracias a Dios por el llamado puesto en sus corazones, asi como tambien permanecer abiertas a su voluntad, a la escucha de su palabra, a tener nuestro corazon dispuesto para que Dios obre en nosotros y sea lo que el desea.

    animo, cuenten con mis oraciones

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  6. Catalina de Jesús25 de junio de 2009, 18:11

    Leo con gran emoción este testimonio con el que me siento tan identificada.Yo tambien me he entregado al Señor en el Carmelo Descalzo...pero El en su Infinita Sabiduría ha dispuesto que lo hiciera permaneciendo en el mundo, en mi familia y trabajos,y pertenezco a la Orden Seglar.Siento una unión muy profunda con mis hermanos religiosos y religiosas de la Orden, pues compartimos unmismo carisma, que es un regalo de Dios para toda la Iglesia.Os animo a todos los lectores de este blog a entregaros a Dios con todo vuestro ser...no hay nada más grande ni que pueda compararse a esa felicidad en este mundo.y el Señor desea que seamos ya aqui, muy, muy felices, que vivamos ese "Cielo en la tierra", que vivamos ya una alabanza y acción de gracias continua, que todo lo hagamos por El y para El...ser fieles a su llamada es lo unico que podemos hacer...ser files y amar con locura Su Voluntad, porque en ella está escondido todo nuestro gozo.El tiene una historia de Amor unica y maravillosa para cada ser humano...nunca tengais miedo en seguirle, porque ES EL QUIEN SE ENTREGARÁ a vosotros...un abrazo fuerte desde el Carmelo Seglar de Madrid, Catalina

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  7. Veo que este post ha sucitado muchos comentarios. Ojalá ocurriera siempre así con todos.Es una gran alegría leer lo que hbéais escrito Carmen, Fernanda y Catalina. Que el Señor os sotenga en vuestro proyecto de seguimiento fiel.
    En comunión de oraciones.

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  8. Ha querido mi Señor que pudiera entrar en esta pagina; mi corazon se exprimio, mi espiritu derramo abundancia de lagrimas y la mas profunda tristeza invadio mi corazon, ya que miro con ternura la espiritualidad Carmelitana , a travez de las distintas Historias de vida desde la gran reformadora, maestra por exelencia y muchas otras mas. y porque tanta pena, por que ya tengo 68 años y estoy cuidando a mi mama de 93 y desde la infancia atravez del "caminito espiritual" de Sta.Teresita ,regaba y cuidaba ese jardincito, escondido en lo intimo de mi corazon. Pero EL no me llamo. Maria

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