Llegó un momento en que yo no pude más y decidí terminar mi noviazgo con Daniel desde la sinceridad de decirle que sentía que mi vocación era la vida consagrada y que además lo que yo sentía por él era mas amistad que amor y no quería lastimarlo. Fue duro pero sentí paz cuando lo hice porque sabia que era lo mejor para ambos.
Comencé a buscar la manera de discernir que era exactamente lo que el Señor quería de mí. Con miedo me contacté con las Hermanas Paulinas, de quienes me atraía el carisma por ser ellas comunicadoras del evangelio y yo estar estudiando la licenciatura en comunicación social. Me propusieron ir cada 15 días para comenzar un acompañamiento vocacional pero no me atreví a decir “Sí” porque eso implicaría decirle a mis padres lo que sentía y no me animaba.
Le dije a Jesús que mejor sea a distancia, pensando que esta modalidad no existía, fue otra excusa que puse a Jesús. A la semana llegue por Internet a una comunidad de brasil que ofrecía discernimiento vocacional por mail, me inscribí y comencé el acompañamiento en portugués, idioma que sabia por haber estudiado en la universidad.
En ese tiempo conocí un joven por Internet, él era de Perú y deseaba formar un matrimonio misionero. Pensé que esa era la solución a mi problema: contentar a mis padres casándome y a Dios siendo misionera desde el matrimonio. Me puse de novia con él pero terminamos a los 5 meses. Yo le pregunté al Señor que quería y me dijo por medio del libro de los Hechos de los apóstoles, que cuando una obra es de hombres cae por si misma pero cuando es de Dios permanece. Le pedí una señal y a la semana me llega por correo un libro para el discernimiento que hacia por Internet. El titulo era “Cúmplase, Señor tu voluntad”. Entendí que quería que lo escuchar de una vez.
Ese mismo año ingresé al Movimiento de la Palabra de Dios desde donde me sentí muy acompañada y aprendí la belleza de la vida comunitaria y el poder de la oración entre hermanos. Allí tuvimos un retiro de Conversión al que yo acudí con la actitud de que allí se hablaría del pecado y por ende el Señor no molestaría más con la llamada. Sin embargo, fue en ese retiro donde Dios me habló con mucha claridad diciéndome que me quería para El, que debía animarme a perder mis miedos porque elegir era renunciar y que ya no debía ponerle más excusas sino discernir realmente su voluntad en mí porque en ella estaba mi felicidad verdadera. No daré detalles de cómo yo sentí todo eso en un retiro de conversión porque me extendería mucho pero sepan que ese retiro fue clave en mi proceso.
A partir de esa experiencia me animé a compartir lo que me pasaba con mis hermanos de comunidad del Movimiento de la Palabra de Dios y con mis Pastores (coordinadores del grupo). Le pedí al Señor que me enviara un sacerdote que me ayudara a discernir lo que Él quería de mí y responder con generosidad a su llamada, dado que por mi diócesis no encontraba ninguno con esa disponibilidad.
Un día le comento de mi necesidad a una amiga de Internet y ella me dice que conocía un sacerdote de capital federal que podría ayudarme y me pasa el mail. Me resultaba rara escribirle a un sacerdote que no me conocía y pedirle que me ayude en este proceso pero sentí en mi corazón que podía ser la respuesta del Señor a mi plegaria así que le envié el mail. Por gracia de Dios, este sacerdote aceptó acompañarme en este proceso de búsqueda.
Tiempo después sentí necesidad de buscar también alguna congregación religiosa. Le dije a María de Lourdes que me llevara a donde Jesús me quería ya que ella conocía a su hijo mejor que yo y me conocía a mi más que yo a mi misma. Así fue que al poco tiempo conocí a las Hermanas del niño Jesús, por medio de una amiga de Internet. Estas hermanas tenían casa a dos cuadras del Santuario del Nuestra Señor de Lourdes en Santos Lugares.
En esta congregación me sentía re cómoda y disfrutaba cada vez que iba de visita, me sentía como “en casa” y me identificaba con el carisma de “Despertar y profundizar la fe”. Por este motivo comencé un acompañamiento con ellas y finalmente, decidí ingresar este año al postulantado, primera etapa de formación para la vida religiosa.
Leí una vez en un testimonio que el proceso vocacional es como un pasar de la derrota al amor. Creo que eso es lo que define mi proceso. Por más que me resistía Dios me venció y luego me mostró que su querer realmente era aquello donde seré plenamente feliz y cada día me encuentro más enamorada de su proyecto de Amor y de El.
Comencé a buscar la manera de discernir que era exactamente lo que el Señor quería de mí. Con miedo me contacté con las Hermanas Paulinas, de quienes me atraía el carisma por ser ellas comunicadoras del evangelio y yo estar estudiando la licenciatura en comunicación social. Me propusieron ir cada 15 días para comenzar un acompañamiento vocacional pero no me atreví a decir “Sí” porque eso implicaría decirle a mis padres lo que sentía y no me animaba.
Le dije a Jesús que mejor sea a distancia, pensando que esta modalidad no existía, fue otra excusa que puse a Jesús. A la semana llegue por Internet a una comunidad de brasil que ofrecía discernimiento vocacional por mail, me inscribí y comencé el acompañamiento en portugués, idioma que sabia por haber estudiado en la universidad.
En ese tiempo conocí un joven por Internet, él era de Perú y deseaba formar un matrimonio misionero. Pensé que esa era la solución a mi problema: contentar a mis padres casándome y a Dios siendo misionera desde el matrimonio. Me puse de novia con él pero terminamos a los 5 meses. Yo le pregunté al Señor que quería y me dijo por medio del libro de los Hechos de los apóstoles, que cuando una obra es de hombres cae por si misma pero cuando es de Dios permanece. Le pedí una señal y a la semana me llega por correo un libro para el discernimiento que hacia por Internet. El titulo era “Cúmplase, Señor tu voluntad”. Entendí que quería que lo escuchar de una vez.
Ese mismo año ingresé al Movimiento de la Palabra de Dios desde donde me sentí muy acompañada y aprendí la belleza de la vida comunitaria y el poder de la oración entre hermanos. Allí tuvimos un retiro de Conversión al que yo acudí con la actitud de que allí se hablaría del pecado y por ende el Señor no molestaría más con la llamada. Sin embargo, fue en ese retiro donde Dios me habló con mucha claridad diciéndome que me quería para El, que debía animarme a perder mis miedos porque elegir era renunciar y que ya no debía ponerle más excusas sino discernir realmente su voluntad en mí porque en ella estaba mi felicidad verdadera. No daré detalles de cómo yo sentí todo eso en un retiro de conversión porque me extendería mucho pero sepan que ese retiro fue clave en mi proceso.
A partir de esa experiencia me animé a compartir lo que me pasaba con mis hermanos de comunidad del Movimiento de la Palabra de Dios y con mis Pastores (coordinadores del grupo). Le pedí al Señor que me enviara un sacerdote que me ayudara a discernir lo que Él quería de mí y responder con generosidad a su llamada, dado que por mi diócesis no encontraba ninguno con esa disponibilidad.
Un día le comento de mi necesidad a una amiga de Internet y ella me dice que conocía un sacerdote de capital federal que podría ayudarme y me pasa el mail. Me resultaba rara escribirle a un sacerdote que no me conocía y pedirle que me ayude en este proceso pero sentí en mi corazón que podía ser la respuesta del Señor a mi plegaria así que le envié el mail. Por gracia de Dios, este sacerdote aceptó acompañarme en este proceso de búsqueda.
Tiempo después sentí necesidad de buscar también alguna congregación religiosa. Le dije a María de Lourdes que me llevara a donde Jesús me quería ya que ella conocía a su hijo mejor que yo y me conocía a mi más que yo a mi misma. Así fue que al poco tiempo conocí a las Hermanas del niño Jesús, por medio de una amiga de Internet. Estas hermanas tenían casa a dos cuadras del Santuario del Nuestra Señor de Lourdes en Santos Lugares.
En esta congregación me sentía re cómoda y disfrutaba cada vez que iba de visita, me sentía como “en casa” y me identificaba con el carisma de “Despertar y profundizar la fe”. Por este motivo comencé un acompañamiento con ellas y finalmente, decidí ingresar este año al postulantado, primera etapa de formación para la vida religiosa.
Leí una vez en un testimonio que el proceso vocacional es como un pasar de la derrota al amor. Creo que eso es lo que define mi proceso. Por más que me resistía Dios me venció y luego me mostró que su querer realmente era aquello donde seré plenamente feliz y cada día me encuentro más enamorada de su proyecto de Amor y de El.
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