sábado, 5 de septiembre de 2015

Vocación de monja: ¿Cómo cultivar la posible vocación?


Lo importante es tu entrega diaria al Señor, tu confianza en Él, el deseo del seguimiento de Cristo -no crea un club de fans ni de admiradores, sino de seguidores-, el ir siendo fiel a lo que vas viendo, el escuchar, leer su palabra, el acudir a los sacramentos del perdón y de la Eucaristía donde él sale a nuestro encuentro. Es también un camino de amor, como un noviazgo, en el que te encontrarás feliz y harás feliz a los que te rodean. Que no te pierdas con las mil ofertas del mundo y menos con las ofertas que se te presenten de vida superficial o de pecado. El apóstol S. Pablo dice que en las cosas de Dios hay que andar con temor y temblor. Lo que ya sientes merece este cuidado y atención.

Cuando es Dios el que llama, lo hace de forma personal porque nadie puede responder por nosotros; y si la respuesta es afirmativa siempre surge algo nuevo y maravilloso en nuestra vida porque se llena de nuevas posibilidades. Es una llamada que va enlazada a una misión, a un servicio a la humanidad.

Para cultivar tu vocación necesitas oración, silencio, reflexión, de otra forma no se desarrollará. Coge la palabra de Dios, los evangelios o las cartas de S. Pablo… y leyendo una y otra vez escúchalas como Palabra de Dios dicha para ti. La Palabra de Dios hay que oírla desde la interioridad. Tu has sido amada por Dios hasta el extremo.

Hacerte monja es una decisión que va madurando en tu trato con Dios. Eso si, que en ti haya siempre disponibilidad para lo que Dios quiera.

Para tu propia reflexión puedes responder a esto:

¿cómo me encuentro yo en este momento de mi vida?, ¿cuál es mi relación con Dios?, ¿cómo le dejo que construya mi vida? ¿qué es lo que me mueve por dentro?

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