La vocación para la vida religiosa o sacerdotal, no es para todos. ÉL llama a quien quiere para una misión concreta, para bien de la misma persona y para todos los hombres. La vocación no es egoísta ni sofocante para quien lo tiene, sino que es libertad y donación, entrega al Amor sin límites. Dios actúa por nuestro medio para que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad, por eso llama siempre a hombres y mujeres a vivir de una manera comprometida la misma vida que su Hijo vivió en la tierra entre nosotros. La vocación, por tanto es servicio y gratitud.
E l que se siente llamado a seguir a Cristo en la vida consagrada y sacerdotal, ha de saber que es Dios quien le está llamando y para Él nada hay imposible. Te asistirá con su gracia en cada instante de tu vida, no te dejará solo. Confía en él y no tengas miedo en responder a su invitación. Entrégate como Jesús lo hizo por ti y por mí, y descubre la realidad de la felicidad: « Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé» (Jn 15,9- 13)
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