De Francisco y de Clara de Asís hemos heredado también nosotras el gusto de la fraternidad. Nuestra vida fraterna quiere ser, pues, lugar de experiencia de Dios, "lugar de alumbramiento de la fe", lugar de oración y de la búsqueda del Señor.
En medio de los vaivenes de la sociedad y en medio de los grandes cuestionamientos a que ésta nos somete desde la secularidad, hoy nos sentimos llamadas a vivir serena y decididamente esta experiencia del Dios, Padre de Jesús y Padre nuestro y ello con una fe sencilla pero profunda y en una vida de oración que consiste en "tener el corazón y la mente vueltos siempre a Dios".
La identidad de la hermana Clarisa, expuesta en nuestras Constituciones Generales, ha recogido este sello de Clara de Asís: somos seguidoras de Jesús, en primer lugar porque nos asociamos a Él en la adoración y alabanza al Padre por medio del Espíritu. De esta forma, la vida de la hermana clarisa en Fraternidad, es el ámbito privilegiado de oración, contemplación, meditación; lugar también de búsqueda y encuentro de Dios, así como de celebración de cuanto Él hizo, hace y hará por todas nosotras.
Nuestra vocación cristiana nos coloca así ante una de las realidades que configuran la vocación del mismo Jesús, que oraba a su Padre Dios desde la soledad y el silencio, desde la tribulación personal y las necesidades de los hombres y la creación.
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