¿Por qué estoy diciendo sí al matrimonio católico?
¿Me estoy perdiendo algo al comprometerme para toda la vida?
¿Porqué o para qué casarme?
Y luego de una larga reflexión, llegué a una sencilla verdad:
Si sientes que Dios te llama a formar una familia, el matrimonio es para lo que fuiste creado(a).
Muchos me dirán: “Emma, pero eso no es un argumento válido es tan sólo una frase”, y sí lo sé, es sólo una frase, pero téngame paciencia y permítame compartirle mi postura.
Las personas no fuimos hechos para los compromisos a medias, nuestra naturaleza nos lleva a darnos el todo por el todo. Ninguna persona entra en una empresa con la idea de fracasar, y más aún, nadie inicia una relación de pareja vislumbrando el día en que ésta se termine.
Cuando dices:
Yo,_____ te recibo a ti________, como mi esposo(a)
y me entrego a ti
y prometo serte fiel
en la prosperidad y en la adversidad,
en la salud y en la enfermedad,
y así amarte y respetarte
todos los días de mi vida.
Eres tú quien lo dice, no la Iglesia, ni tampoco le dices a tu cónyugue “Te recibo en nombre de la Santa Sede” o “Te seré fiel por voluntad del Papa”. Porque no es la Iglesia quién tomó la decisión, por lo tanto tampoco ella puede cambiar después las reglas del juego, porque has sido tú quien ha prometido amar para toda la vida, la Iglesia simplemente te recuerda tu disposición primera de amar, porque fue lo que prometiste, entregarte por completo, amar por la simple decisión de amar. (Disculpen si uso muchas veces la palabra “decisión” pero quiero remarcar muy bien el peso de ésta y su papel fundamental en la vocación del matrimonio).
Por lo tanto, el matrimonio no se trata de dar sólo el 5%, 10%, 15%, o decirle al otro, “te doy el 90% de mí corazón, puedes tener mi presencia contigo por un tiempo, pero no puedo entregarte todo mi ser”.
Eso no es amor. Y lo sabemos.
El amor no dice: “Te amaré por dos años“, o “Te amaré hasta que ya no podamos ponernos de acuerdo“.
Muchas veces la falta de formación (es decir, nos preparamos para una profesión por años, pero para un matrimonio de toda la vida muchos protestan si se les pide hacer una catequesis de unos cuantos meses,
“Quien ataca la familia no sabe lo que hace, porque no sabe lo que deshace”
G.K. Chesterton
Al estudiar y rezar con los votos matrimoniales (porque me los aprendí, y son parte de mi oración de cada mañana), descubrí que el amor auténtico, involucra todo de nuestro ser: cuerpo, mente, corazón y alma, y que el matrimonio se fundamenta en un amor que es libre, total, fiel y fecundo. La cohabitación, por el contrario, involucra un cuerpo que dice me entrego por completo, mientras que tu corazón y alma dice “sí pero sólo y por mientras las cosas marchen bien“.
Sin embargo, aún hay esperanza, por si no lo han notado las personas estamos fascinadas con las bodas (basta echar un vistazo a Pinterest y sus mil y un tableros con el tema),
Éste el amor que Jesucristo vivió a través de la entrega total de su vida en la cruz, con los brazos de par en par, sin guardarse nada para sí. Su amor es el modelo para que nuestro amor sea libre, total, fiel y fecundo.
“Para que el amor sea verdadero, nos debe costar. nos debe doler. nos debe vaciar de nosotros mismos”
Beata Madre Teresa de Calcuta
Hoy hace un año exacto, que Didier y yo nos comprometimos. Fue un noche después de Misa, después de haber ofrecido a Dios la decisión y haberle dado no solo el “Sí acepto” al otro, sino también el “Hágase en mí” al Señor. Supe lo que fue mi vida sin mí hoy esposo y descubrí que todo fue preparación.
Quiero darle a Didier todo de mí, no solo el 80%, ni el 90%, o el 99% de mí. Sino el 100% y una milla extra. Porque para esto fuimos creados: Para amar sin medida.
Es por esto, que decidí entregar mi vida.
El matrimonio es mi vocación.
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