lunes, 1 de marzo de 2010

El sacerdote es para vosotros...


El Papa Benedicto XVI inauguró el pasado 19 de junio del 2009, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, un Año Sacerdotal, con ocasión del 150 aniversario de la muerte del Santo cura de Ars, San Juan María Vianney.
El Santo Padre ha querido así que toda la Iglesia se una en oración agradecida a Dios por el don del ministerio sacerdotal, plasmado visiblemente en la entrega generosa y cotidiana, al servicio de la Iglesia y del mundo, de tantos sacerdotes.
Han terminado ya, felizmente, los tiempos de confusión pasados, con sus debates sobre si era necesario más sacerdocio o más laicado. Ahora que las “aguas” han vuelto a su cauce, vemos con nitidez que la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, no podría subsistir si faltase alguno de sus miembros; cuando uno de ellos se desarrolla, el resto crece armónicamente. Si tenemos familias cristianas que sean verdaderas “iglesias domésticas”, surgirán en ellas vocaciones a la vida consagrada y al ministerio sacerdotal. Si hay vocaciones consagradas, habrá vocaciones sacerdotales y viceversa.
Sin sacerdotes no puede existir la Iglesia de Jesucristo, porque sin Eucaristía, sin el Cuerpo y la Sangre del Señor resucitado, no pueden existir comunidades cristianas en las que se viva el mandamiento nuevo del Amor. Jesús, en el momento supremo, antes del sacrificio de su vida en la cruz, estando con sus apóstoles en la Última Cena, instituye, al mismo tiempo, el sacramento eucarístico y el ministerio apostólico, llamado a continuar hasta su retorno glorioso.
El evangelista San Juan recoge, en el lugar que ocupa la fracción del pan en los evangelios sinópticos, el lavatorio de los pies. No hay oposición alguna entre ambos signos. Sin la vivencia del amor y del servicio, expresados radicalmente por el lavatorio, no es posible la eucaristía ni el ministerio sacerdotal, que es expresión y signo permanente del amor de Cristo servidor a su Iglesia. También el Señor instituye el sacerdocio cuando lava los pies a sus discípulos con el manto arremangado, como un esclavo, y la jofaina, porque esa es, precisamente, la misión permanente del sacerdote: la de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir, pasando por uno de tantos en humildad y entrega.
Así vivía su ministerio el Santo cura de Ars y así explicaba a sus feligreses lo que era el ministerio sacerdotal: “El sacerdote no es sacerdote para él mismo, lo es para vosotros”. Estas palabras, lejos de quedarse para él en una bella teoría, las ponía en práctica con sus agotadoras jornadas de trabajo parroquial. Destacaba especialmente por su profunda y constante oración, largas horas ante el sagrario, desde antes de que amaneciera. Se podía decir que vivía en el templo parroquial. “¡Él está allí!”, exclamaba el Santo Cura mirando el tabernáculo. “No hay nada más grande que la Eucaristía”, decía absolutamente convencido.
De esa honda contemplación de Cristo Eucaristía nació en San Juan María la actitud de misericordia que llevaba a su querido confesionario, en el que llegaba a estar más de diecisiete horas diarias para reconciliar las largas filas de penitentes, llegados de toda Francia atraídos por su fama de santidad.
Es cierto que la Iglesia y el mundo han cambiado mucho en poco tiempo. Nuestra sociedad no es la misma que se encontró el santo sacerdote. Pero el ejemplo de abnegación, de amor, de fidelidad, de primacía de la contemplación frente a la acción, de caridad pastoral, del Santo Cura, permanece imperecedero.
Este Año Sacerdotal nos invita a todos, como Iglesia, a dar gracias a Dios por el don de los sacerdotes, presencia de Cristo en el mundo, a los sacerdotes a revitalizar y profundizar el carisma que recibimos el día de nuestra ordenación. Y a los jóvenes que puedan sentir una leve inquietud, una cierta llamada hacia el sacerdocio, quizá viendo el ejemplo de su párroco o de otros sacerdotes, a preguntarse: “¿Por qué ellos sí y yo no?, ¿Por qué no entregar mi vida, mi juventud, mis ilusiones, a este proyecto tan grande?, ¿Por qué no podría ser yo también signo vivo de Cristo Buen Pastor, anunciando la Buena Noticia que el mundo necesita escuchar?

Rubén García Peláez

3 comentarios:

  1. ¡Benditos seáis, SACERDOTES QUERIDÍSIMOS Y ELEGIDOS POR CRISTO, como lámparas y espejos de SU INFINITO AMOR, mientras dure nuestra peregrinación hacia su Gloria!

    ¿Qué habría sido de mí, sin vosotros los sacerdotes? Hubiera sido nada más que polvo...Mis pecados jamás habrían sido lavados...pero, a través del infinito perdón descubrí el AMOR misericordioso de CRISTO...y lo descubrí, NO EN LA MONTAÑA ABRAZADA A LA NATURALEZA COMO ME ENCANTABA HACER...SINO EN LA IGLESIA, abrazada y sostenida por mis benditos Sacerdotes, que me enseñaron a CRISTO como camino y verdad, me dieron esperanzas y me animaron a caminar con ÉL...

    Los sacerdotes, han sido llamados a sostener el cuerpo sacramentado del Señor y a dárnoslo a los pecadores para que nos salvemos...¡Esta vida de entrega a los hermanos es el AMOR más perfecto que puede llegar a existir!

    ...Y este regalo de la GRACIA de DIOS de poder participar en su misterio encarnado en lo finito para llevarnos a la Resurrección mediante la Fe y el Amor...este regalo...¡¡¡JAMÁS LO PODREMOS AGRADECER EN PALABRAS!!!

    Pero necesito hacerlo ahora:
    ¡¡¡Gracias por vuestro don, espejitos amados por Cristo!!!
    ¡¡¡Gracias por traernos la Santa Eucaristía a nuestro corazón cada día!!!

    ¡¡¡Gracias por educarnos con vuestros discursos inspirados por el Espíritu Santo, y por seguir haciendo presente el milagro de la Resurreción de Cristo ante el altar!!!

    Es verdad que sin vosotros no existiría la IGLESIA!
    Por eso, rezo cada día al Espíritu Santo, para que os cuide siempre y os mantenga llenos de AMOR, FE y ENTREGA hasta el día de vuestra SANTA MUERTE...

    ¡Una pecadora arrepentida, reza por todos vosotros, gracias!

    violetilla pulgarcina...

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  2. Los Sacerdotes como todos los seres humanos, son pecadores igual que los demás...no son dioses , no vayamos a confundir las cosas..,
    Nadie es perfecto, excepto Dios...asi pues dejemos considerar a los sacerdotes dioses tambien.

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  3. Demos al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios. Peligro es no considerar a los sacerdotes como personas humanas, ya que la caída será mayor. Oración por ellos y no ponerles trabas en su ministerio.Pero de ahí a creerlos "dioses", va un abismo.

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