viernes, 12 de marzo de 2010

Seguir a Jesús, una aventura apasionante.


LA REALIDAD DEL JOVEN

El joven es un ser bombardeado de llamadas. Llamada a dar sentido a la vida; llamada a vivir bien sus distintas relaciones; llamada a elegir correctamente su futuro; llamada a responder con equilibrio en su dimensión afectiva y sexual; llamada a llenar su necesidad de ser amado y poder amar; llamada a optar por una carrera o profesión; llamada a ocupar adecuadamente su lugar en la sociedad; llamada a discernir dón­de le quiere Dios en el mundo y en la Iglesia.


Sólo cuando sabe elegir bien, sólo cuando responde correctamente a esas llamadas alcanza esa plenitud que tanto ansía y tanto le identifica con su verdad más profunda: ser hijo de Dios.


Diríamos, por tanto, que el ser humano es “un ser vocacionado”: llamado a elegir aquello que más le hace persona. Entre tantas experiencias, acontecimientos y personas que le “llaman” le provocan, le estimulan, le invitan, le agradan, es bueno seguir este principio: “Soy auténtico cuan­do elijo no lo que más me gusta o me apetece, sino lo que más me hace persona
Ahí tienes un buen criterio, para que tus respuestas a tantas lla­madas acierten en el blanco.

OPTAR EN LA VIDA POR JESUCRISTO

Entre tantas llamadas, una ha ido apareciendo con fuerza en tu vida: ser cristiano. Ser discípulo de Jesús. Ser hermano de todos los hombres. Ser seguidor de Aquel que llena, colma y ama tu vida en totalidad.


Vivir la experiencia de amistad con Jesús es el fenómeno más extraordina­rio que le puede ocurrir a un joven. Es sentirse abrazado por su ternura, su bondad, su personalidad desbordante. Jesús ama; y ama gratuitamente. Nos ha amado primero. Nos amaba desde el comienzo de los siglos. Nos ha amado desde el seno de nuestra madre. Pero su amor, porque quiere ayudar­nos a crecer en la Verdad, es exigente.


Jesús lo exige todo. Seguir radicalmente. No quiere cristianos de medias tintas, de mediocridades. Lo dice con toda claridad: “El que no está conmigo está contra mi. El que no recoge conmigo, desparrama”. Nos invita a par­ticipar de su plenitud, para llegar a la perfección del Padre. Quiere que participemos de su plenitud para ser testigos en medio del mundo, para ser constructores de su Reino
.

Jesús nos enseña (Lc 9,57-62) que las exigencias del Reino son mayores que las otras muchas llamadas que la sociedad, los padres o los proyectos humanos nos puedan sugerir. El Reino está por encima de cualquier situación. El Reino de Dios es vida y se preocupa de la vida de los hombres. ¡¡Se necesitan obreros, dispuestos a darlo todo, para construir ese Rei­no, para ser servidores de la vida!!


Para el Reino de Dios sólo valen personas fuertes, decididas, arriesgadas. Por eso, seguir a Jesús es la aventura más apasionante que un joven puede vivir.


Es ponerle a El como único tesoro, única perla preciosa por la que “vendo” mis proyectos y mi futuro, para servirle solo a El y a los hermanos.


PUNTO DE COMPROMISO.

Jesús llama, propone, invita. Respeta totalmente nuestra libertad. No fuerza, no rompe, no obliga. Pero si entre tú y él hay una verdadera amistad, al Amigo no se le defrauda. Al amigo se le da todo. “Aquí estoy para hacer tu voluntad”.


“Elegir a Cristo es todo o nada, no hay término medio. ¿Llegarás has­ta llevar en tu cuerpo la marca candente de Jesús y de su amor? Se reconoce en ti cuando puedes decirle: “Tú me has amado primero”, tú eres mi alegría, mi amor esencial; que eso me baste”.


Quien quiera seguir a Jesús no pone condiciones, por muy nobles que estas parezcan (“Déjame primero enterrar a mi padre”, o “Déjame primero despedirme de mi familia”). Quien se decide a seguirle no vuelve la vista atrás.


Ante su llamada, ante la experiencia de Amistad, con El, ante la gran­deza del amor que ha derramado sobre nosotros, solo quedan tres actitu­des en el discípulo:


— Confianza absoluta en El: en su Persona, en su Palabra, en su propuesta de vida para ti y para mi.

— Humildad como el que sirve: El es Camino, Verdad, y Vida; El siendo Dios se hizo uno de tantos.

— Disponibilidad total a su voluntad: Como María, nosotros también, incluso cuando nos desborda su proposición, le decimos: “Hágase”. “Hágase, en mi, según tu Palabra”. Un “Sí” rotundo, un “Sí” definitivo, un “Sí” total.




2 comentarios:

  1. MUCHAS GRACIAS KARLA ME ORIENTA BASTANTE ESTO QUE HAS PUBLICADO..DIOS NOS DE LA FUERZA DE SEGUIRLO CON RADICALIDAD.........

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  2. Esta entrada me ha dejado pensando en muchas cosas, realmente. Muchísimas gracias por compartirla con nosotros. :)

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