miércoles, 6 de septiembre de 2017

Espiritualidad Monastica: Prologo a la Regla de San Benito (2/3)

 19 Hermanos amadísimos, ¿puede haber algo más dulce para nosotros que esta voz del Señor, que nos invita? 20 Mirad cómo el Señor, en su bondad, nos indica el camino de la vida. 21 Ciñéndonos, pues, nuestra cintura con la fe y la observancia de las buenas obras, sigamos por sus caminos, llevando como guía el Evangelio, para que merezcamos ver a Aquel que nos llamó a su reino.
22 Si deseamos habitar en el tabernáculo de este reino, hemos de saber que nunca
podremos llegar allá a no ser que vayamos corriendo con las buenas obras. 23 Pero
preguntemos al Señor como el profeta, diciéndole: «Señor, ¿quién puede hospedarse en tu
tienda y descansar en tu monte santo?» 24 Escuchemos, hermanos, lo que el Señor nos
responde a esta pregunta y cómo nos muestra el camino hacia esta morada, diciéndonos: 25
«Aquél que anda sin pecado y practica la justicia; 26 el que habla con sinceridad en su
corazón y no engaña con su lengua; 27 el que no le hace mal a su prójimo ni presta oídos a
infamias contra su semejante». 28 Aquel que, cuando el malo, que es el diablo, le sugiere
alguna cosa, inmediatamente le rechaza a él y a su sugerencia lejos de su corazón, «los
reduce a la nada», y, agarrando sus pensamientos, los estrella contra Cristo.
29 Los que así proceden son los temerosos del Señor, y por eso no se inflan de soberbia por la rectitud de su comportamiento, antes bien, porque saben que no pueden realizar nada por sí mismos,
sino por el Señor, 30 proclaman su grandeza, diciendo lo mismo que el profeta: «No a
nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre, da la gloria», al igual que el apóstol Pablo,
quien tampoco se atribuyó a sí mismo éxito alguno de su predicación cuando decía: «Por la
gracia de Dios soy lo que soy». 32 Y también afirma en otra ocasión: «E1 que presume, que
presuma del Señor». 33 Por eso dice el Señor en su evangelio: «Todo aquel que escucha
estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato, que edificó su casa
sobre la roca. 34 Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos y arremetieron contra la
casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada en la roca».

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