Este decálogo te será un instrumento de primer orden para que lo utilices bien. Son pistas o indicios sencillos que te ayudarán a confirmar tu decisión vocacional. Es importante que al terminar la Convivencia Vocacional te vayas con el convencimiento de que tu elección está suficientemente fundamentada.
No todos los criterios que se indican deben darse a la vez en ti. Tampoco es necesario que se den con mucha intensidad. Basta con que sientas que “algo así” te está ocurriendo. Además, en el diálogo con tu acompañante te ayudará clarificar los posibles subjetivismos. Ahí van:
- No necesitas una evidencia o una seguridad total. Para este momento de la decisión no la precisas. Con tener una conciencia recta y bien informada, no necesitas más de un 51% de razones para decidirte.
- Los ejercicios de búsqueda vocacional hechos hasta ahora te llevan, en general, a iguales o parecidas conclusiones.
- A medida que te clarificas vas encontrando paz interior, libertad, gozo, ser tú mismo... Al decidir no te mueve ni la angustia, ni el agobio, ni tampoco la euforia que suele ser muy mentirosa.
- Has elegido las “preferencias de Jesús” y te sientes agradecido y humilde.
- Has entendido que tu decisión centra y orienta tu vida y te ayuda a entender tu pasado y tu presente como una historia conducida desde siempre por el Señor, tu Dios.
- Tu decisión vocacional se apoya no tanto en tus propias fuerzas, sino en la bondad y en la fidelidad del Señor contigo. Y eres muy realista; no caes en autosuficiencias ni pesimismos.
- Tienes claro qué debes hacer ahora, dónde ir y quién te debe seguir ayudando. Ello no quiere decir que lo tengas todo absolutamente clarito y controlado.
- Al tomar la decisión te apoyas en Dios. Y cuentas también con la ayuda de María. Te sientes en paz y en libertad. No dependes de tener éxito, de sentirte cómodo, de triunfar.... Sólo Dios es tu roca. Lo demás son arenas movedizas.
- Cuando piensas en un posible fracaso futuro, en una equivocación, en una pérdida de años preciosos... no pierdes ni la paz ni la confianza en el Señor, tu Dios.
- Y todo esto, sin hacer “espectáculos”, desde la sencillez y la humildad, sin autosuficiencias, sin tocar trompetas ni hacer llamadas de atención. Lo haces en silencio y en fe, como María.
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