lunes, 23 de noviembre de 2009

Gastar la vida.


Jesucristo ha dicho: “Quién quiera economizar su vida, la perderá;

y quién la gaste por Mí, la recobrará en la vida eterna”.


Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas.

Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo,

y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida.


Tenemos seguros por todas partes para evitar los riesgos.

Y sobre todo está la cobardía...


Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida.

Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;

no se la puede economizar en estéril egoísmo.


Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen;

hacer un favor al que no lo va a devolver;

gastar la vida es lanzarse aun al fracaso, si hace falta,

sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo.


Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos;

sólo entonces seremos luz.

Líbranos de la prudencia cobarde,

la que nos hace evitar el sacrificio y buscar la seguridad.


Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos y falsa teatralidad.

La vida se da sencillamente, sin publicidad,

como el agua de la vertiente, como la madre da cl pecho a su bebé,

como el sudor humilde del sembrador.


Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible,

porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia;

no podemos caer en el vacío.


El futuro es un enigma,

nuestro camino se interna en la niebla;

pero queremos seguir dándonos,

porque Tú estás esperando en la noche,

con mil ojos humanos rebosando lágrimas.






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