La Celebración ya próxima de la Jornada de la Iglesia Diocesana, el domingo 15 de noviembre, está precedida de una amplia campaña publicitaria en prensa radio y TV que, con el lema "Por Tantos", pretende dar a conocer las acciones que la Iglesia católica española realiza en favor de toda la sociedad. Para ello, va mostrando el testimonio de diversos voluntarios católicos que, motivados por su fe, realizan trabajos altruistas sirviendo a los más desfavorecidos.
No faltará quien opine que este tipo de campañas publicitarias son innecesarias, que mejor estaría empleado en otras cosas el dinero que cuesta cada cuña de radio, cada anuncio en un periódico, cada minuto de televisión. Después de todo, dirán, la Iglesia existe desde hace ya más de 2000 años y no ha necesitado nunca usar los medios para anunciarse como una firma más.
Quizá en el pasado no fue necesario, pero no podemos obviar que vivimos en el tercer milenio, en un mundo radicalmente nuevo, en el que los medios de comunicación social son creadores decisivos de cultura e ideas.
Si ya en 1975 el papa Pablo VI decía que "la Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no usara estos medios tan poderosos", hoy en día esta urgencia es mucho más perentoria. Todos recordamos como el siervo de Dios Juan Pablo II, aprovechó los medios de comunicación, la imagen, el sonido, como poderosas herramientas de evangelización, convencido, según sus propias palabras, de que "el uso de las técnicas y tecnologías contemporáneas forman parte de la misión propia de la Iglesia en este siglo".
El mundo de la comunicación, que ha sido definido acertadamente como el primer areópago de los tiempos modernos, hace de nuestra sociedad una aldea global, en la que la información, las ideas y opiniones, se crean y extienden a una velocidad nunca antes imaginada. Para nosotros, portadores de la Buena Noticia del Evangelio, constituyen una oportunidad providencial de llegar a los hombres y mujeres de cualquier latitud, superando las barreras del tiempo, del espacio y de la lengua.
Están, al mismo tiempo, al servicio de la comunión eclesial, porque permiten un conocimiento mayor entre las diversas iglesias, que redunda en un enriquecimiento mutuo y una colaboración más eficaz.
Recordemos las palabras proféticas de Juan Pablo II: "no tengáis miedo de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías, ya que están entre las cosas maravillosas que Dios ha puesto a nuestra disposición para descubrir, usar, dar a conocer la verdad, incluso la verdad sobre nuestra dignidad y nuestro destino de hijos suyos, herederos del Reino eterno".
No faltará quien opine que este tipo de campañas publicitarias son innecesarias, que mejor estaría empleado en otras cosas el dinero que cuesta cada cuña de radio, cada anuncio en un periódico, cada minuto de televisión. Después de todo, dirán, la Iglesia existe desde hace ya más de 2000 años y no ha necesitado nunca usar los medios para anunciarse como una firma más.
Quizá en el pasado no fue necesario, pero no podemos obviar que vivimos en el tercer milenio, en un mundo radicalmente nuevo, en el que los medios de comunicación social son creadores decisivos de cultura e ideas.
Si ya en 1975 el papa Pablo VI decía que "la Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no usara estos medios tan poderosos", hoy en día esta urgencia es mucho más perentoria. Todos recordamos como el siervo de Dios Juan Pablo II, aprovechó los medios de comunicación, la imagen, el sonido, como poderosas herramientas de evangelización, convencido, según sus propias palabras, de que "el uso de las técnicas y tecnologías contemporáneas forman parte de la misión propia de la Iglesia en este siglo".
El mundo de la comunicación, que ha sido definido acertadamente como el primer areópago de los tiempos modernos, hace de nuestra sociedad una aldea global, en la que la información, las ideas y opiniones, se crean y extienden a una velocidad nunca antes imaginada. Para nosotros, portadores de la Buena Noticia del Evangelio, constituyen una oportunidad providencial de llegar a los hombres y mujeres de cualquier latitud, superando las barreras del tiempo, del espacio y de la lengua.
Están, al mismo tiempo, al servicio de la comunión eclesial, porque permiten un conocimiento mayor entre las diversas iglesias, que redunda en un enriquecimiento mutuo y una colaboración más eficaz.
Recordemos las palabras proféticas de Juan Pablo II: "no tengáis miedo de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías, ya que están entre las cosas maravillosas que Dios ha puesto a nuestra disposición para descubrir, usar, dar a conocer la verdad, incluso la verdad sobre nuestra dignidad y nuestro destino de hijos suyos, herederos del Reino eterno".
Rubén G. P.
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