jueves, 21 de enero de 2016

Testimonio

Miriam, de Eibar (Guipúzcoa). Carmelita Misionera. 

P. Antonio.- Hola Miriam; bienvenida a las páginas de "La Obra Máxima".
H. Miriam.- Me alegra el estar contigo y con todos los lectores.
P. Antonio.- ¿Cuánto tiempo hace que empezó tu aventura misionera?
H. Miriam.- Han pasado 20 años desde que dejé mi familia, mis amigos de Eibar y comencé el Postulantado en Burgos con las Carmelitas Misioneras. ¡Cómo pasa el tiempo! En todos estos años han pasado muchas cosas: la formación, estudios, apostolado, viajes, conflictos políticos... diferentes comunidades, el encuentro con muchos amigos y de una manera especial destacaría la amistad y el encuentro con Jesús, compañero de camino.
P. Antonio.- ¿Cuál fue tu primer destino?
H. Miriam.- Después de las diferentes etapas de formación en varias comunidades de España, mi primer destino fue Montreal (Canadá). El adaptarme al nuevo país no fue fácil: la lengua, la cultura, costumbres, muchas novedades que conocer, pero la ilusión con la que fui me ayudó a integrarme enseguida y a vivir mi apostolado con muchas ganas y dispuesta a todo.
En Montreal me dediqué a estudiar y a colaborar en la catequesis; trabajamos en la parroquia que acoge a los emigrantes de lengua española; catequesis, Cáritas, grupos de oración, de jóvenes, de Biblia, liturgia...
P. Antonio.- Pero lo tuyo ha sido estar en África. Cuéntanos...
H. Miriam.- Después otro gran salto: Africa. Pasé cinco años en Kananga (Rep. Democrática del Congo); cuando llegué era Zaire y fueron los últimos años de Mobutu. Es la región diamantífera, rica en recursos, pero empobrecida, sin luz, sin carreteras.
P. Antonio.- Y allí te "tocó de todo".
H. Mariam.- Sí. Aprender su lengua fue una gran ayuda para entender mejor a sus gentes. Me tocó la "guerra de liberación" de Kabila y momentos de inseguridad por todos los soldados que pasaban y el enfrentamiento entre los dos ejércitos; fue un año complicado. A pesar de todo la acogida y el cariño de la gente se hicieron palpables en situaciones en las que daba más ganas marcharse que quedarse.
Al terminar la guerra, la esperanza brotó en el pueblo congoleño. La paz, las mejoras, la reorganización de las instituciones, todo quedaba por hacer. Me recordaba al pueblo de Israel cuando salieron de Egipto.
P. Antonio.- Y preparas tus maletas y te vas a Costa de Marfil.
H. Miriam: Sí. También he vivido dos años en Tiébissou (Costa de Marfil). En el corazón del país se encuentra el reino Baulí, una de las etnias más importantes de Costa de Marfil; ahí está nuestra comunidad. Me ocupaba del internado de las chicas que estudian secundaria. Vienen de sus poblados, donde no hay instituto, a estudiar a Tiébissou. Son jóvenes de 12 a 19 años que buscan en el internado una vida de familia y un ambiente favorable para sacar adelante la secundaria. Con el conflicto que hay desde el año 2002, la inseguridad es una constante para las chicas, ya que es bastante fácil que abandonen los estudios por las promesas que les hacen muchos soldados.
P. Antonio.- A pesar de la guerra vosotras seguisteis firmes en la Costa de Marfil.
H. Miriam.- Trabajar por la paz, educar a los niños y a los jóvenes a vivir en armonía y en el respeto de unas tribus con otras es una de las tareas importantes que llevamos a cabo en Costa de Marfil. Me impresionó el entendimiento y el diálogo que hay entre las religiones mayoritarias, principalmente entre musulmanes y cristianos.
P. Antonio.- Pero tu gira por África sigue. Ahora estás en "Guinea Española".
H. Miriam.- Ahora estoy en Malabo. La capital de este pequeño país está pasando por un proceso de "modernización". Hay muchos edificios que se han construido recientemente y por el efecto del "petróleo" muchas empresas internacionales se han isntalado y muchos comerciantes han abierto sus tiendas aquí. Malabo está creciendo y hay todavía planes para mejoras urbanas. Aquí no hay conflictos bélicos como en los otros países: Llevo un año dando clases en la escuela "Virgen del Carmen". Aquí estoy por ahora con los niños y niñas del barrio de Yumbili intentando transmitirles algo más que unos conocimientos de lengua y religión.
P. Antonio.- Supongo que en cada país africano has tenido que inculturizarte de nuevo.
H. Mariam.- Los tres países de África por los que he pasado son muy diferentes. Es verdad, todo es África, pero no se puede decir que todo es lo mismo. Lo mejor de todo: la amistad de las personas con las que me voy encontrando. Descubrir que el color de la piel es sólo una capa externa, que en el fondo todos somos PERSONAS y que luchamos por unos ideales, me ha ayudado a vivir la fraternidad, a sentir la Iglesia como la familia de Dios.
Cada destino supone un cambio de mentalidad, de costumbres, de comida, muchos esfuerzos para empezar de nuevo y a veces desánimos para seguir adelante.
P. Antonio.- Oye, háblanos de las comunidades. Has vivido en varias...
H. Miriam.- En todas las comunidades en las que he vivido, he podido experimentar que Jesús sigue llamando cada día a dar lo mejor de mí misma, esté donde esté. La fraternidad y la misión tienen sentido en mi vida desde el momento que respondo y digo: "aquí estoy". Ha habido momentos de todo: más fáciles y más difíciles. Ánimos y desánimos, pero siempre he contado con amigos, religiosos y familiares que me han ayudado y animado a seguir adelante, a descubrir que merece la pena entregrarse por el Reino de Dios. He tenido dudas, desconciertos, miedo, momentos de tristeza y de alegría ya hasta hoy puedo decir que no me arrepiento de haber comenzado esta aventura. He contado con el apoyo de hermanas y hermanos con lo que he podido compartir y, cómo no, vean el apoyo y la fidelidad a Jesús que no me ha fallado nunca a pesar de todos mis fallos. En medio del sufrimiento o de la miseria siempre hay rostros alegres, sobre todo de niños, que con una sonrisa me recuerdan que un nuevo reino está amaneciendo.
P. Antonio.- Muchas gracias.
H. Miriam.- Gracias a tí y a los lectores de "La Obra Máxima".

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