lunes, 20 de julio de 2009

Testimonio vocacional desde Perú

Mi Nombre es Ingrid Jeanette Valdizán Zapata, nací un primero de octubre de 1988 en Lima (Perú).
Hablar de mi vocación es un gran misterio, es como un tesoro escondido en nuestro ser que sólo con nuestra disponibilidad y apertura podemos acoger. Es una invitación tan hermosa, pero compleja, porque me hace cambiar radicalmente a otro estilo de vida, renunciar a gustitos.
No me siento obligada en seguir este nuevo camino, pero, en cambio, me siento amada por alguien más grande y poderoso, que conoce mi vida y quiere que conozca la verdadera y plena felicidad. Por eso opto por este bellísimo sendero.
Diosito me llamó en un momento difícil, cuando mi papá, estando en la capital de Perú, lejos de nosotras, se encontró mal de salud, le dieron tres paros cardiacos. Recuerdo que fue una noche. Agobiada, confundida, me preguntaba si Dios era bueno y si actuaba correctamente con mi familia. Entré a mi cuarto, allí había un cuadro del Sagrado corazón de Jesús, me arrodillé e imploré para que papá no muriera. Pero Dios tenía algo guardado para mí, en ese instante de plegaria a Dios, sentí que en mi corazón Diosito me hablaba. Él quería que conociera el dolor, la muerte para luego pasar a la resurrección, así que entendí el llamado quería que me entregara a Él, que fuera solo suya y que dejara la muerte y pasara a la vida con Él.
En Talara (provincia de Piura –Perú) no hay congregaciones y no conocía que era ser religiosa, ni sabía que así se llamaba. Desconcertada me levanté y repetía continuamente: “Dios quiere que sea religiosa”, nunca ese nombre lo había escuchado, lo desconocía así que corrí a la sala y vi a mamá llorando y le dije alegremente, como si lo de papá ya no fuera un dolor intenso, que Diosito me había calmado. Con una sonrisa en mis labios le dije: “Mamá, Dios quiere que sea religiosa. Mamá solo atinó en decirme: ”¡ya, anda reza!”, seguía en shock por lo de papá.
Pasaron los años, tenía 14, cuando de nuevo se prendió esa llama y seguí en mi búsqueda.
Me sentía más amada por alguien; a los 17 años entre a una congregación pero, por cosas personales y familiares, no pude continuar. Pensé que saliendo de esa comunidad ya no iba a sentir ese llamado, pero la verdad desde que salí siempre sentía punzones en mi corazón. Quería sacarlos pero Dios pudo más que mi capricho, actualmente me sigue llamando y se que estoy acá por Él y para Él.
Ahora le dije que SÍ y entraré muy feliz a una congregación que esta en Lima-Perú. El nombre es Hijas de San Eusebio, su carisma es atender con amor al más pequeño, al desprotegido y al que necesita a Dios.
Estoy contenta, amo esta vida, me revestí del hombre nuevo, sólo hay que dejarse envolver por el amor de Dios, abandonarse completamente y dejar los temores atrás. Optar por seguir la vocación es una aventura, llena de amor y magia.
Ser llamada es mucho, porque soy tan pequeña ante Él, pero me siento la mujer más dichosa.

Ingrid Jeanette (Perú)

No hay comentarios:

Publicar un comentario