viernes, 23 de octubre de 2015

Pasos previos a la vocacion: la coherencia

UN MUNDO INCOHERENTE

Vivimos en un mundo de palabras huecas, de frases altisonantes que ocultan intenciones que poco tiene que ver con lo que proclaman las palabras. Vivimos en la era de las comunicaciones. Los mensajes se multiplican y entrecruzan, nuestra capacidad de asimilar la información que diariamente recibimos está bombardeada por estímulos encontrados y superpuestos.

Diariamente somos testigos de las grandes incoherencias públicas. El hombre de hoy con sus grandes declaraciones sobre los derechos, con su conciencia cada vez más aguda de la libertad y la dignidad humana, es testigo perplejo y confundido de la incoherencia entre sus buenas intenciones y la realidad lacerante de la injusticia, de la brecha creciente entre ricos y pobres, de la conculcación cada vez más flagrante de los derechos que se dicen defender. En una palabra, vivimos inmersos en una cultura sellada por la incoherencia entre lo que se dice y lo que se vive.

LLAMADOS A SER COHERENTES

Como cristianos estamos llamados a la santidad. Este camino es un apasionante desafío que no está exento de dificultades pero en él la gracia de Dios nos guía y nos sostiene. Sin embargo, para que la gracia sea eficaz en nuestras vidas es necesaria nuestra cooperación. No basta con decir "Señor, Senor" (Mt 7, 21). Por eso San Agustín decia: "Dios que te creó sin tu consentimiento no te salvará sin tu consentimiento". Como consecuencia de este llamado se nos exige la autenticidad, dar testimonio permanente de la Reconciliación traída por el Señor Jesús. De nuestra coherencia depende la fe de muchos hermanos que esperan una respuesta a las inquietudes más hondas de su mismidad. Recordemos siempre que es todo un mundo el que tenemos que transformar desde sus cimientos, de salvaje a humano y de humano a divino. La grandeza de nuestra misión hace indispensable que no traicionemos la fe que proclamamos.

EL ENEMIGO: LA MENTIRA EXISTENCIAL

En cada intento por vivir la coherencia establecemos un combate frontal con el pecado y la scotocis, contra esa realidad tenebrosa que es el ambiente propicio para el desarrollo de esa cultura de muerte que estamos llamados a transformar. Y en este combate la peor derrota es proclamar la fe y no vivirla, transformar en mentira personal lo que decimos que es Verdad para todos los hombres. Peor traición no existe, la incoherencia con nuestra fe es decir públicamente que Dios miente, es el escándalo que el Señor condena en el Evangelio.

NUESTRA REALIDAD: LA DEBILIDAD

Estamos invitados a la Comunión de Amor y a dar testimonio de nuestra esperanza en el mundo. En este esfuerzo nos encontramos con nuestra debilidad, descubrimos que solos no podemos (Jn 15), que tenemos miedo, que como Pedro prometemos y traicionamos. Entonces surge la pregunta ¿Cómo aprender a ser coherentes?

MARÍA: MAESTRA DE LA COHERENCIA

Nuestra espiritualidad es la espiritualidad de María. Todo lo que aprendemos sobre el Señor Jesús lo aprendemos de nuestra Madre. Y todos los auxilios para vivir nuestra fe los recibimos gracias a su intercesión y a través de ella.

ESCUCHA DE LA PALABRA

María es la Mujer que desde su nacimiento responde a las inquietudes fundamentales de su ser. Vive en el silencio, en la escucha permanente a la Palabra. No se deja atrapar por el ruido ni por el activismo. Pone la clave de su vida, su sentido más hondo, su persona íntegra, al servicio del Plan de Dios porque sabe que sólo en Él está la Plenitud. Su corazón inmaculado está integra y permanentemente atento a la voz del Señor Jesús.

Meditando en la vida de nuestra Madre descubrimos que la coherencia no es otra cosa que la consecuencia natural de escuchar la Palabra, el llamado más hondo de su propio ser, la respuesta al ansia ardiente de plenitud, de verdad, de paz, de felicidad, de alegría que ella como cada uno de nosotros tiene escrito en el fondo de su ser más íntimo (Lc 1, 46).

PONER POR OBRA

Cuando María dice el primer hágase (Lc 1, 38) se compromete a ser coherente en su misión de ser la Madre del Reconciliador. Esta entrega le exigirá dolor y sacrificio pero ella sabe que en adherirse a su Hijo está la felicidad plena. Nada la desviará de su objetivo, el amor inmenso por el Señor Jesús y por nosotros sus hijos, la impulsará a ser la mujer fiel, la Madre de la esperanza, de la constancia en la espera de las promesas divinas, de la fe.

En María descubrimos que la coherencia es un signo cotidiano de amor. Los grandes momentos de su vida, la respuesta afirmativa al anuncio del ángel, a la profecía del anciano Simeón, a la enigmática respuesta del Señor Jesús en el Templo, al Sacrificio del Hijo en la Cruz, al nacimiento de la Iglesia no son sino el fruto maduro de su constancia cotidiana en el esfuerzo por descubrir el Plan de Dios y responder en las situaciones más sencillas. La fidelidad en lo pequeño asegura la fidelidad en lo grande.

La coherencia es pues, escuchar la Palabra de Dios y ponerla por obra como lo hizo María, nuestra Madre.

CITAS PARA MEDITAR

Guía para la Oración

Motivos para la coherencia: Heb 10, 32-36.
Dios nos educa en la coherencia: Heb 12, 1-13.
Coherencia en la caridad y en la oración: Rom 12, 9-12.
Nuestra misión: ser coherentes: Mt 5, 13-16.
Constancia en el combate contra el maligno: 1Pe 5, 9--11.
Ser coherentes en todo momento: Flp 1, 27-30.
Coherencia con la Palabra en el sufrimiento: 1Pe 4, 12-19.

No hay comentarios:

Publicar un comentario