El villancico "Noche de Paz" cantado por las jóvenes hermanas agustinas de la Comunidad de la Conversión de Becerril de Campos (Palencia, España).
¡FELIZ NAVIDAD A TOD@S DESDE ESTE BLOG VOCACIONAL "CRISTO TE LLAMA"!
El villancico "Noche de Paz" cantado por las jóvenes hermanas agustinas de la Comunidad de la Conversión de Becerril de Campos (Palencia, España).
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El primer paso
Todo es gracia. Mi vida ha sido un pequeño milagro. Descubrí por pura gracia a Quien me creó, me amó y me pidió que me entregara a Él de una forma muy especial. Digo que le descubrí porque se puede “creer” en Dios, pero no haber vivido una “experiencia” de Dios. Se descubre al Dios vivo cuando se experimenta su amor.
A los 17 años vivía yo en Puerto Rico, pues mi familia es de allí, aunque yo nací en La Coruña. A esta edad fue cuando tuve esa fuerte experiencia de Dios que cambió mi vida. Yo creía en Él, pero no le conocía.
Ocurrió en una Pascua juvenil, cuando estaba rodeada de jóvenes que cantábamos juntos. Es algo que no se puede describir. Sólo puedo decir que sentí que Dios pasaba por mi alma y me decía “TE AMO”.
A partir de entonces, Dios pasó a ser el primero en mi vida. Este se podría decir que fue “el primer paso”, pues no sentí la vocación a la vida contemplativa entonces.
María me ayudó
Me interesé mucho por la lectura espiritual y acudía asiduamente a la iglesia. María, nuestra Madre fue quien me ayudó a dar los primeros pasos. Sentí fuertemente su amor y su cercanía. Deseaba ser su esclava y sabía que entregándome a Ella me entregaba y agradaba a Jesús.
Poco tiempo después, vine a vivir a España y entonces sentí la llamada a entregarme más radicalmente al Señor. Ante su Amor mi alma deseaba entregarse sin reservas.
En nuestro tiempo muchas personas se resisten a la llamada de Dios. En mí no fue así, en un primer momento. Yo quería entregarme, concretamente en las misiones. Pero mi juventud y mi carácter impulsivo no me daban la razonable prudencia, y esto lo veían las religiosas con las que llegué a hablar, que me animaban a sopesar más mis motivaciones.
El rival
Entonces apareció un rival, un chico del que me enamoré y dejé a un lado ese Amor fiel que me quería totalmente para él, para entregarme a uno vano y muy limitado. No podía resistirme a tener experiencias nuevas para mí, como la de tener un novio. Este chico no era creyente y me alejé de Dios.
En esta situación ni alma no tenía paz ni libertad y vivía esclava de mis pasiones, aunque seguía añorando ese Amor único y eterno de Dios al que sentía que traicionaba.
Después de pasar tiempo en aquella situación, mi añoranza de Dios tomó formas concretas y empecé de nuevo a asistir a la Eucaristía y a confesarme. Decidí ponerlo todo en manos de Dios sabiendo que Él actuaría. Y así fue.
Él siguió llamándome
Fue Él quien quitó ese falso amor que obstaculizaba nuestra unión y después de un dolor que purificó mi alma, volvió la paz a mi vida por la amistad con Dios.
Entonces me di cuenta de que toda mi vida debía ordenarla cara a Dios, incluyendo las amistades que encontré en la parroquia. Esta amistad nos hacía no sólo compartir las sanas diversiones, sino también la fe.
En el mundo de hoy es muy importante para los cristianos estar unidos, formando comunidad y mantener viva nuestra fe; pues hoy más que nunca, los valores del mundo no son los valores de Dios.
Como Dios es fiel y nos da sus dones a pesar de nuestra indignidad e infidelidad, siguió llamándome…
Esta vez fui descubriendo que deseaba entregarme en una vida más íntima y escondida. Quería entregarme en una vida de oración oculta y dedicarme exclusivamente a Él. Y pensé en la vida contemplativa.
El descubrimiento del Carmelo
Fue entonces cuando descubrí el Carmelo y conocí a las Monjas Carmelitas. Después de unos meses en los que nos fuimos conociendo, pude entrar a hacer una experiencia de varios días. A través de luces y sombras fui descubriendo que ésa era la vida a la que Dios me llamaba y unos meses más tarde entré definitivamente en este Monasterio de Ntra. Sra. de las Maravillas de Madrid.
Puedo decir que me hallo plenamente realizada y verdaderamente feliz por haberme entregado al Señor en este carisma concreto, inspirado en las figuras de María y Elías que nos enseñan a vivir en la presencia de Dios y acoger su palabra para hacerla fecunda en nuestra vida.
La vida de la carmelita es una vida consagrada a la oración y viviendo en clausura descubrimos la libertad que da el poder vivir dedicadas exclusivamente a la alabanza divina, en esa continua presencia amorosa tan deseada, que es la del Dios Vivo.
Dios da sus dones y carismas a cada uno según su fe y espero que a todos aquellos a los que Dios llama a un seguimiento más de cerca, puedan descubrir la verdadera felicidad de entregarse a Él, pues como dijo Juan Pablo II y ahora reitera el Santo Padre Benedicto XVI, no debemos tener miedo de darnos a Jesucristo: Él no quita nada sino que lo da todo.
Hna. Mª Brunilda de la Stma. Trinidad O.Carm.
Jesucristo ha dicho: “Quién quiera economizar su vida, la perderá;
y quién la gaste por Mí, la recobrará en la vida eterna”.
Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas.
Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo,
y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida.
Tenemos seguros por todas partes para evitar los riesgos.
Y sobre todo está la cobardía...
Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida.
Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;
no se la puede economizar en estéril egoísmo.
Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen;
hacer un favor al que no lo va a devolver;
gastar la vida es lanzarse aun al fracaso, si hace falta,
sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo.
Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos;
sólo entonces seremos luz.
Líbranos de la prudencia cobarde,
la que nos hace evitar el sacrificio y buscar la seguridad.
Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos y falsa teatralidad.
La vida se da sencillamente, sin publicidad,
como el agua de la vertiente, como la madre da cl pecho a su bebé,
como el sudor humilde del sembrador.
Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible,
porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia;
no podemos caer en el vacío.
El futuro es un enigma,
nuestro camino se interna en la niebla;
pero queremos seguir dándonos,
porque Tú estás esperando en la noche,
con mil ojos humanos rebosando lágrimas.
Este decálogo te será un instrumento de primer orden para que lo utilices bien. Son pistas o indicios sencillos que te ayudarán a confirmar tu decisión vocacional. Es importante que al terminar la Convivencia Vocacional te vayas con el convencimiento de que tu elección está suficientemente fundamentada.
No todos los criterios que se indican deben darse a la vez en ti. Tampoco es necesario que se den con mucha intensidad. Basta con que sientas que “algo así” te está ocurriendo. Además, en el diálogo con tu acompañante te ayudará clarificar los posibles subjetivismos. Ahí van:
Para celebrar la canonización de nuestro querido santo Hermano Rafael, monje trapense propuesto por Juan Pablo II como "modelo de los jóvenes cristianos" en el Monte do Gozo.
-¿Cómo conociste a las clarisas?
-Mi familia conoció la comunidad de los Guadalupanos, que me ayudaron muchísimo. Después, mi tío Jesús me invitó a visitarlas. Me sorprendió su alegría, esos rostros radiantes, tan jóvenes y guapas, muchas con una vida profesional consolidada, y que lo dejaron todo por el Señor.
-¿Ahí te decidiste?
-No. En febrero de este año volví a verlas y algo cambió en mí. Una monja, Desiré, me preguntó: ‘¿Qué has pensado hacer con tu vida?’ y hasta ese momento, mi respuesta era: casarme joven, tener muchos hijos y trabajar con niños con necesidades especiales. Pero de repente todo lo que me encantaba de ese proyecto, perdió su color. Cuando volvíamos de Burgos a Madrid, notaba, incluso como una sensación física, que el corazón se me partía en dos, para quedarse en Lerma. Me empecé a asustar y a decir: ‘¿Yo monja? A ver, que soy Carmen, que no pega ni con cola’.
-¿Por qué no pegaba?
-Porque yo tenía mi vida planeada y jamás en mi vida me hubiera planteado la posibilidad de ser monja.
-¿Has tenido novio alguna vez?
-Sí, salí con un chico durante dos años. Y desde los los 15 había empezando a flaquear en la relación con el Señor, a preocuparme sólo por divertirme, por estar guapa… Después lo dejé con él. Fui a una asamblea nacional de la Renovación Carismática y volví a empezar a rezar y a comulgar.
-Y, para no habértelo planteado “jamás”, ¿cómo empezaste a verte con ese hábito?
-El día de la visita a Lerma, llegué a casa y me puse uno de los discos con sus canciones. De pronto escuché la letra y hablaba de la consagración. Me caí para atrás, me fui arrastrando hasta el armario y acabé sentada en el suelo, del shock. Fue como un puñetazo en el estómago. La sensación era que el corazón tiraba de mí y quería salir del pecho para hacer eso que estaba oyendo. Yo decía: ‘Dios mío, esto me está llenando, no puede ser, yo no quiero’. Y luego iba por la calle y salían monjas por todas partes. Pensé en cortar la relación con el Señor porque no quería. Hacía un esfuerzo para no rezar, pero me moría, cada vez estaba más triste. Poco a poco me daba cuenta de que mi corazón era para Jesús, de que no podía darle mi corazón, mi persona, mi cuerpo a un hombre. Yo tenía ese anhelo de entregarme y vivir para otros. Y le había puesto el nombre de ‘marido e hijos’, pero me estaba dando cuenta de que no era esa la respuesta al anhelo de mi corazón.
-¿Cómo te gusta divertirte?
-Me gusta más estar fuera que dentro de casa, salir, ver sitios, viajar, y sobre todo, la fiesta. Antes me tiraba horas y horas bailando, mis amigos se reían de mí. Soy muy coqueta, me encantaba la ropa. Eso de llevar el mismo modelito todos los días, no. Me apasionan los niños, la gente en general. Yo no quería ser monja y mucho menos de clausura. Pero me di cuenta de que Jesús era el único que me colmaba.
-¿Cómo será tu vida allí?
-Pues al principio, levantarme para ir a rezar laudes, desayuno, mucha formación, pláticas para aprender a vivir el Evangelio a la luz de la consagración. Si da tiempo, ayudar a los trabajos de la casa. Porque una casa de 130 da mucho trabajo: la huerta, la repostería, de la que viven, etc. Y cuando viene la gente vamos a atenderla a los locutorios.
-¿Tienen ‘tiempo libre’ las monjas de clausura ?
-Sí, a la madre le gusta mucho que hagamos deporte, para que mantengamos la salud física: se juega al fútbol, al baloncesto, al pilla-pilla, al mareo…
-¿Juegan al fútbol con el hábito?
-No, -dice divertida- para trabajar y para el deporte se ponen una bata de trabajo. Es más cómoda y no importa que se ensucie.
-¿Cómo llevas que te vayan a cortar el pelo?
-A mí lo del pelo, toda la vida me ha encantado, lo he tenido siempre largo. Pero, se trata de seguir los pasos de santa Clara. Cuando se escapó de su casa para entrar en la comunidad de San Francisco, a los 18 años, se puso guapísima, con sus mejores galas, para entregarse al Señor. Entregó toda su belleza, que era mucha, porque el Señor se la concedió. Cuando entras, de postulante, llevas el pelo al aire. Pero cuando tomas hábito te vistes de novia, con tu velo, tus pendientes, tus pulseras… Estás preciosa para entregarte al Señor y la madre te va despojando de las riquezas. Llega el momento en que te deshacen el peinado y te lo cortan, como signo de entrega, con el que dices: ‘Te pertenezco a ti, mi Señor y no necesito tener un vestido bonito, ni una melena preciosa para gustarte y para ser guapa. La belleza me la das Tú’. En la medida que amas a Jesús, te va colmando de su belleza. Yo lo estoy deseando. Va a ser un día precioso, porque es entregarle todo.
-¿No te da miedo arrepentirte?
-Antes sí. Y pensaba: ‘Señor, que ya no voy a ver más mi habitación. Al acostarme no le voy a dar un beso a mi madre. Eso es lo que más miedo me daba, perder la unión física con la familia. Pero la unión va a ser mucho más fuerte cuando entre, con la oración. Y me atemorizaba meterme entre cuatro paredes y que fueran los días iguales. Pensaba ¿y si me aburro de ‘día tras día lo mismo’? Pero no es así. Jesús hace nuevas todas las cosas. Cuando hice la experiencia, ningún día era igual al anterior. Un día me metí en la cama y me puse a pensar esto, pero se lo entregué a Jesús y sentí cómo me decía: ‘Carmen, es mi promesa de amor, confía en mí’. Y confío en Él plenamente. Habrá momentos de más dificultades, seguro, pero la clave está en entregárselo al Señor y apoyarte 100% en María.
-¿Qué es lo que más te cuesta?
-Soy humana y los apegos humanos se notan. Soy la mediana de tres hermanos: tengo una hermana de 21 años, Rocío, y un hermano de 18, José Mª. Cuesta salir de tu casa, de tu familia, de tu gente, pero sabes que el Señor es el que te ha llevado por ese camino. Me darán miedos, porque el demonio está ahí, y me mete el dedo en el ojo. A veces me da vértigo, pero se lo entrego al Señor y Él lo coge y me calma.
-¿Cómo se lo han tomado en casa?
-Mis padres muy contentos, aunque a mi madre le cuesta el desgarrón, porque ya no voy a estar en casa. Pero vamos a estar muy unidas, vamos a poder escribirnos, hablar por teléfono y podrá venir a verme.
-¿Preguntas a Dios ‘por qué yo’?
-Sí. La respuesta está en tres palabras: Por puro amor. Porque me ama. A ti también, pero tu corazón está hecho para otra llamada, otra vocación. Yo pensaba: es imposible que pueda ser monja porque he sido muy mala con el Señor y le he abandonado. ¿Por qué ahora me quiere hacer este regalo? Imagínate: ‘¡Ser suya!’ Pero esa pregunta se la hace mucha gente.
-¿Qué aportan las monjas desde su clausura?
-Hay quien dice que si las monjas dejaran de rezar el mundo se hundiría. Somos como el corazón que va impulsando la sangre por todo el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, para que Su Amor recorra todos los miembros. Es verdad que físicamente no vamos a los enfermos a curarles, pero Santa Clara decía que la herida más grave por la que la gente muere es la herida del alma. Y esa herida del alma se sana con la oración. ¿Qué mejor forma que dedicar todas las horas de tu día a orar? Imagínate todas los millones de personas que no conocen el amor del Señor y que aunque lo conozcan, no son capaces de entregarle su dolor y sufrimiento. Nosotros le entregamos nuestra vida para que comparta con nosotros su dolor y sus alegrías. Somos madres de bendición, para ti, para todo el mundo, incluso para mis padres. Es una labor cuyos frutos no se ven físicamente, no se palpan, pero estamos ahí sosteniendo, desde nuestra clausura, para que los misioneros perseveren y esa fe y amor de Jesús que ha nacido en los corazones, se mantenga. Somos como el corazón que va impulsando la sangre por todo el cuerpo que es la Iglesia, para que el amor de Jesucristo recorra todos los miembros. Pero los frutos son reales y se dan. Si el Señor me dice que lo haga, por algo será. Si no sintiera esa llamada de Dios, estaría yo feliz bailando en una discoteca.
albadigital.es